Hace unos días un lector del blog me hizo llegar este recorte sobre un mártir toledano de una página del Diario de Ibiza, que apareció publicado el 22 de agosto de 1944.

Este es el siervo de Dios Pedro Estrada Altozano, párroco de Navalcán (Toledo). Es uno de los 464 mártires de la Provincia eclesiástica de Toledo:

https://464martires.es/index.php/464-martires/25-toledo/sacerdotes/24-estrada-altozano-pedro

Este es el recorte:

El texto transcrito:

HORRIBLE SADISMO

Entre los casos típicos de sadismo registrados durante el dominio rojo comunista en algunas regiones españolas, es verdaderamente horrible el martirio a que sujetaron a don Pedro Estrada, rector de Navalcán (Ávila).

Aconsejábanle sus familiares que se escapara y ausentara del pueblo. Él siempre respondía invariablemente: -Jamás dejaré yo al pueblo sin cura; yo no me iré jamás de aquí sino cuando deje sustituto.

Y eso le valió el martirio. ¡Y qué martirio tan cruel!

Le apresaron el 28 de julio de 1936 y le tuvieron en el calabozo hasta el día de su muerte, que fue el 10 de agosto.

Contaban los guardianes que para burlarse y divertirse con él, le ataban los dos pies juntos con cordel de cáñamo de unos cuatro o cinco metros de largo: este cordel lo pasaban por una viga del techo diciendo:

-Pedrito, echa ahora el sermón-, tiraban de él.

Horrible chanza aun para hecha con payasos de circo. En la camioneta que le condujo al suplicio debieron ensañarse de manera semejante de forma que llegaron descoyuntarle un tobillo hasta el punto de dejarle los huesos al descubierto.

Y fue, como se ha dicho, el día 10, en que le llevaron a la dehesa “El Toril”, distante unos diez kilómetros del pueblo, y allí junto a la carretera le ataron a una encina, agarrotándole las manos a la espalda.

En la encina que recibió los impactos -que aún conserva- hay además un clavo a distancia del suelo, algo mayor que la estatura de un hombre. Por otra parte, el cadáver, al ser exhumado, conservaba todavía una cuerda que le apretaba el cuello. Todo lo cual y el examen del cadáver dieron a conocer que aquella soga se la pasaron antes por los sobacos y por el cuello y sujetarla al clavo fijado en la encina.

¿Por qué? Porque les convenía que aquel cuerpo no se les encorvara en la bárbara eventración que le efectuaron. El cadáver de don Pedro, efectivamente, presentaba una cisura de abajo arriba provocada con instrumento cortante.

De todas formas, si esta increíble y horrible carnicería la ejecutaron colgando del cuello a la víctima, como es posible, calcúlese el aumento del dolor y de la barbarie. La cisura se la tapujaron luego con pastos y hierbas.