VATICANO, 24 Nov. 14 / 10:52 am (ACI/EWTN Noticias).- La Santa Sede informó este lunes que el Papa Francisco nombró el 23 de noviembre al Cardenal Robert Sarah como nuevo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en reemplazo del Cardenal Antonio Cañizares, nuevo Arzobispo de Valencia (España).

Con este nombramiento –que establece un tono decisivo para la reforma de la Curia–, el Cardenal de origen africano dejará el Pontificio Consejo Cor Unum. Los primeros pasos del Purpurado han sido anunciados a las cabezas de los dicasterios vaticanos durante su encuentro con el Papa esta mañana.

Fruto de la caridad cristiana

En febrero del año pasado, el Cardenal Sarah, proveniente de una familia humilde de Guinea, contó a ACI Prensa que en su niñez y adolescencia fue educado por misioneros católicos, por lo que “soy fruto de la caridad”.

Esta historia la puedo contar porque realmente soy fruto de la caridad. De otro modo, no estaría aquí. Recibí educación de la Iglesia sin pagar nada. Yo mismo soy fruto de la caridad, porque fui educado por misioneros”, explicó el 1 de febrero.

Su vida

El Purpurado nació en  Ourous (Guinea), el 15 de junio de 1945. Estudió en el seminario menor de Bingerville, en Costa de Marfil, y en 1958, tras la independencia de Guinea, completó sus estudios primarios en 1960 en el seminario menor de Dixinn.

Fue ordenado sacerdote el 20 de julio de 1969 en la catedral de Sainte Marie de Conakri y luego enviado a Roma, donde se licenció en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana.

En 1971 y 1972 estudió en el Instituto Biblicum de Jerusalén, donde se licenció en Escritura Sacra. El 13 de agosto de 1979 fue nombrado Arzobispo de Conakri, capital de Guinea. San Juan Pablo II lo llamó “el obispo niño” porque cuando recibió la ordenación episcopal era el prelado más joven del mundo, con 34 años.

Ha sido también administrador apostólico de Kanka, presidente de la Conferencia Episcopal de Guinea y de la Conferencia Episcopal regional para el África Occidental francófona (Cerao), entre otros cargos.

El 7 de octubre de 2010, Benedicto XVI le nombró presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum". Fue creado cardenal el 20 de noviembre del mismo año.

Fuente: https://www.aciprensa.com/noticias/cardenal-sarah-nuevo-prefecto-de-congregacion-para-culto-divino-y-disciplina-de-los-sacramentos-15056/

Mis recuerdos del Cardenal

No hace mucho tiempo tuve la oportunidad de convivir que el Cardenal Sarah en Valencia con motivo de un curso de formación sacerdotal. Me llamó mucho la atención su profunda humildad y afabilidad. Era uno más. Con motivo de este encuentro de varios días escribí un artículo en este mi Blog que recupero con cariño para mis lectores:

También los cardenales caen


 


 

                   A veces tenemos un concepto de la Iglesia tan sublime, tan espiritual, o tan mezquino, que nos extraña que algunos de sus miembros puedan tener un fallo. Cualquiera de la sociedad, del ámbito político o cultural, puede dar un tropezón y casi siempre se intenta justificar. Pero hay del que tropieza, o cae, si este lleva el signo de lo sagrado. Entonces se monta el espectáculo mediático, y todo un coro de voces chilla y braman contra la institución. Es habitual este fenómeno en sociedades tan clericales, o anti, como la española, por poner un ejemplo.

                   Estoy estos días, en un curso de formación espiritual y teológica organizado por el Opus Dei, conviviendo con  unos miembros de la Curia vaticana,  un obispo y  el cardenal Sarah, de raza negra, presidente del Dicaterio Cor Unmum. Cuando hablamos de cardenales nos lo imaginamos vestidos de colores, envueltos en una hierática atmósfera de litúrgico protocolo, casi inaccesibles, santos por decreto. Hay que acercarse a ellos con sigilo, reverencias y besuqueo. Pero en la intimidad no es así. Este cardenal se quitó hasta el anillo para ponerse a laaltura de todos. Sí, es cardenal en el orden jerárquico, pero es sacerdote con todos. Comparte la misma mesa, los mismos medios de formación, uno más en la concelebración eucarística, y hasta en deporte en los ratos de descanso.

                   Nadie diría que es cardenal al verlo jugar al frontón, por supuesto con su indumentaria deportiva. Y ganaba o perdía dependiendo de la marcha de la partida. Una de las veces dio un traspié y cayó al suelo dislocándose la mano. Desde ese momento la lleva en cabestrillo, y hay que ayudarle hasta para partir el pan. Se trata obviamente de una caída física, pero me ha dado pié para reflexionar un poco sobre la parte humana de la Iglesia.

                   Nadie está libre de un tropiezo moral, como nadie está libre de una enfermedad. Y eso lo debemos comprender. Somos duros a la hora de juzgar a los demás, sobre todo a los miembros más visibles de la Iglesia. Con frecuencia son motivo de mofa y chirigota en los programas de ciertas telebasuras. No hay telenovela que se precie que no salga a relucir un cura, un obispo, o un  cardenal si es posible. Cuanto más alto mejor. Y generalmente no para ensalzarlos.

                   Somos humanos. Es verdad que los que predicamos debemos también “dar trigo”, pero el demonio es muy astuto y se las sabe todas. Y ante el eventual fallo, cundo las voces mediáticas y los comentarios braman, habrá que recordar aquellas palabras de Jesús: El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. El tesoro más valioso de la Iglesia no son las catedrales o los museos, y tampoco la indumentaria reglamentaria de sus miembros más visibles.  Su mayor riqueza está en el alma de cada uno cuando está en gracia de Dios y recibe el Cuerpo de Cristo. Está en las almas que oran en el silencio de los sagrarios y en los muros de los monasterios. Está en las horas que un sacerdote pasa en el confesionario esperando al alma penitente para absolverla, o en aquel medio de formación en donde se le enseña al cristiano a ser santo.

                   El cardenal tuvo una caída física y se levantó. También tendrá sus fallos morales y se confesará. El Papa también lo hace con frecuencia, como lo han hecho siempre los santos, y lo siguen haciendo. Gracias a Dios la jerarquía de la Iglesia está compuesta por hombres, como los demás, que nos pueden comprender. No nos fijemos tanto en la mota del ojo ajeno y dejemos de ver la viga que llevamos nosotros.     

                   Hablando Benedicto XVI de los fallos humanos de miembros de la Iglesia, y manifestar el dolor que les causa, afirma: No obstante, el Señor nos ha dicho que habrá cizaña en el trigo, pero que la semilla, su semilla, seguirá creciendo. En esto confiamos… La verdad, unida al amor bien entendido, es el valor número uno… No debemos minimizar lo malo, en igual medida tenemos que estar agradecidos y poner a la vista cuánta luz se difunde desde la Iglesia católica. Si la Iglesia dejara de estar presente, significaría un colapso de espacios vitales enteros (“Luz del mundo”, págs. 31 y ss.).

                   Pues esta es mi reflexión ante la caída física de un cardenal, que muestra su parte frágil común a todos, pero que en el fondo bulle un amor a Dios y al mundo que le hace levantarse siempre y continuar compartiendo su fe con los demás. ¡Eh ahí su grandeza!

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com