Hoy estos tres mosqueteros tienen el corazón encogido.
Un gran amigo del alma (y nunca mejor dicho) ha puesto rumbo al Cielo. Y un profundo sentimiento de agradecimiento cristiano endulza las lágrimas del dolor humano

Pensando en su vida me viene enseguida a la memoria mi primer encuentro con un personaje “desconocido” del gran público pero esencial para aquel que sabe de las cosas de Dios. Y es que la primera vez que leí sobre Aquila - el fiel colaborador de S. Pablo (junto a su inseparable Priscila)- recuerdo que pensé en nuestro amigo.

Por eso, para los que no han tenido como nosotros tres la suerte de tratar a Manolo, recomiendo leer sobre este Aquila,  gran cristiano, esposo y seglar, pionero del Cristianismo y colaborador infatigable del gran apostol que no dudaba en llamarle(s) “….mis cooperadores en Cristo Jesús”.

Aquila y Priscila eran ya cristianos cuando conocieron a S. Pablo, quien se los encontró en Corinto, y a partir de ese encuentro ya su vida fue distinta, sus destinos se unieron y su amistad fue inseparable. Palabras como acogida, trabajo, evangelización, hospitalidad eran su estilo y bajo su techo nacía constantemente una auténtica comunidad cristiana.

Quien conoció a nuestro amigo, todo esto le sonará muy familiar y, por eso, es bueno aprovechar esta ocasión para destacar la importancia que tiene en la vida de un cristiano el darse a los demás cristianos teniendo a Dios en el centro. Y hacerlo constante, sereno, callado, afable, generoso…

En definitiva, aprender para nuestra vida lo que el apostol refiere en su carta a los Hebreos sobre el bello gesto de Abraham y Sara: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque, por ella, algunos hospedaron a los ángeles” (Hebreos 13,2).

Por eso las espadas de estos mosqueteros, otras veces incisivas y pendencieras, se alzan hoy en homenaje a un cristiano de alma buena, corazón noble y manos generosas.

Honor para el que supo vivir haciendo de su vida…una humilde obra de misericordia.

Porthos