"Cuando la primera comunión no era el circo de variedades de hoy; cuando se comulgaba junto a los compañeros de la catequesis acompañados por los padres; se volvían a la casa donde había un desayuno especial y sobraba."

Así comienza el testimonio que he recibido de un hombre que hoy frisa los sesenta años largos. Habla del dia de su primera comunión. Cuando cita al cura que le impartió el Cuerpo de Cristo la primera vez, dice:

"Acudí a tomar la primera comunión con un traje de almirante prestado por un familiar lejano. En la casa no había ni un chavo. La guerrera marinera me estaba grande, para que no se notara me colocaron almohadillas en los hombros y en la espalda, cosidas con hilo blanco para aparentar.

El padre de la iglesia, no recuerdo nada más que su nombre: Rafael. Nos había preparado muy bien; era muy amigo de los niños regalándonos caramelos, y otras menudencias similares.

Cuando me puse de rodillas para comulgar temblaba como un flan, al recibir a Jesús, le hablé de muchas cosas: pedí por mis padres y hermanos, por los abuelos, y por los amigos.

El cura Rafael duró poco en la iglesia. Sufrió el atropello de un camión quedando muerto en el acto. Lloré su defunción pues era una buena persona con los niños.

Descanse en paz, el cura Rafael."

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