Las redes sociales se han convertido en un buzón de quejas. Todo el que se siente molesto con alguien o algo, publica lo primero que se le ocurre para dar rienda suelta a su enojo. Algunos perfiles son como una vitrina de sentimientos encontrados. Una cosa es compartir una frase o artículo y otra, totalmente distinta, caer en la costumbre de criticar por el simple hecho de llamar la atención, de escandalizarse unos minutos, pero sin implicarse en la resolución del problema planteado. Muchos se pasan la vida criticando al gobierno, a la selección nacional, al primo, a la vecina, etcétera, pero ¿hacen algo por cambiar las cosas? La realidad no va a mejorar con uno o dos posts por hora, sino a través de lo que hagamos en la medida de nuestras posibilidades, pues si bien es cierto que hay cosas que escapan a nuestro alcance, existen otras que tenemos justo delante de nosotros. En vez de enfocar el malestar con palabras groseras -algunas demasiado vulgares- empleémoslo en armarnos de valor para ir enderezando las cosas sin caer en la autosuficiencia. Por ejemplo, si soy un buen conferencista y me doy cuenta que las escuelas públicas tienen muchas deficiencias, quizá puedo ofrecerles una charla que, entre otras cosas, provoque una motivación que comience a influir en las conciencias, porque es muy fácil quedarse de brazos cruzados, a la par de dar uno o dos clics.

 Ciertamente, las redes sociales se han convertido en un medio positivo para evitar los abusos de poder; sin embargo, ¿qué tanto ha servido todo esto para llevar a cabo críticas constructivas? Muchas veces, los planteamientos expresan verdades, pero el problema es que no acaban de dar respuestas, soluciones, salidas o implicaciones concretas en un marco de diálogo pacífico y, al mismo tiempo, incisivo. Esto es lo que tiene que cambiar. No hay mejor protesta que aquella que viene de la propia vida, de la congruencia con la que saquemos adelante nuestro trabajo y misión. Si el tiempo que gastamos en quejarnos a través del mundo virtual, lo empleáramos para mejorar el contexto real, la sociedad sería otra cosa. Informar y crear conciencia en las redes, debe estar subordinado a un compromiso real. Lo que pasa es que resulta más cómodo quejarse desde el escritorio que afrontar las necesidades que nos rodean.

 Si somos muy justos en las redes sociales, pero esto no coincide con nuestra forma de ser más allá del monitor, estamos faltando a la verdad, quedándonos en una imagen prefabricada, evasiva. Lo mismo quienes protestan sin propuestas, porque eso nada más agudiza la crisis. Si queremos un mejor mañana, empecemos por el día de hoy. La clave es comenzar por lo que a uno le toca. La suma de esfuerzos es la llave de todo progreso verdaderamente humano.