La mujer, como consecuencia de la mayor madurez emocional que posee, es más fiel a sus compromisos sentimentales, cuando se siente correspondida.

      Es más estable, más constante en el amor.

    También es más proclive al sufrimiento callado por amor y eso es estabilidad en el cariño.

     Como consecuencia, si una mujer se responsabiliza de la familia, es más facil que la familia vaya para adelante. la casa funcionará. En cambio, el marido tiene dificil hacer que la familia funcione si la mujer  no está centrada.

     Es decir, que una casa sea un hogar si no «responde» la madre, es más complicado.


     Si la mujer no se siente querida, la casa se convertirá en una pensión, en un pequeño caos o en lo que sea, porque faltará esa presencia de la mujer que aglutina, que lo llena todo.

    Y para que la mujer se sienta bien, es muy necesario que se sienta querida.

    Por eso  sacar adelante una familia, una casa,
un hogar, es una cosa de dos.

     La mujer, más profunda en el terreno de los sentimientos, se da cuenta de lo que se le da y de lo que no se le da en este terreno, necesita sentirse querida, amada. Y eso es función del hombre.

      Hay hombres que dicen entender mucho de mujeres, pero parecen que entienden de todas menos de la
suya.

      Una mujer que se siente querida, que sabe que gusta a su marido, que se siente valorada, está centrada y transmite paz a todo lo que le rodea.

      La ternura, el reconocimiento y la seguridad dan
equilibrio al ser humano.

      Lo mismo ocurre con el hombre, pero en la mujer con más intensidad, por su mayor madurez emocional. Por tener más cerca el corazón y la cabeza.

     Por el contrario, la carencia de amor la descentra, en esto también igual que al hombre, pero más, por la misma razón.

   Por tanto, como se ve- no se ha descubierto nada- el amor de los cónyuges es imprescindible para el equilibrio personal y para el equilibrio de los hijos. Para que en una casa haya paz.

   Para que se pueda vivir bien y haya un hogar.

   ¿Queremos que nuestros hijos se encuentren a gusto en
casa? La solución es fácil: ¡quererse los padres y que los hijos se sientan queridos!

    Al menos, así lo constata mi experiencia.