Hay una serie de hechos en nuestro mundo en que vemos una desconexión entre todos de manera que no sabemos a dónde vamos a llegar. Me da la impresión de que a nada bueno si no cambiamos. No tenemos sentido de unidad. Antes pensábamos distinto los de un pueblo y los de otro, pero teníamos sensación de pertenencia a un pueblo concreto. Hoy el sentido de pueblo se ha extendido en un sentido más amplio hasta llegar a sentirnos miembros de la humanidad. Hay comunicación universal, pero una comunicación como desde compartimentos aislados.

Como ejemplo de esto, el otro día tomé nota de qué noticias nos daba un programa de noticias en TV. Más o menos, eran éstas:

14 muertos en carretera. Complicaciones en las salidas de las ciudades.

Aglomeraciones en el paso del Estrecho con 9.000 vehículos.

32 mujeres asesinadas. 35 detenidos con 1.000 Kg. de droga.

Robos a bañistas. Tormentas con grandes daños en Cataluña.

Los budistas levantan un monasterio en España.

Festival con 250.000 asistentes, sobre todo, jóvenes.

Lucha entre Israel y Hamas; miles de civiles y niños muertos.

Asunto de Jordi Pujol y familia con miles de millones en juego.

Terremoto en China. Y empezando a actuar contra la epidemia évola.

Elecciones en Turquía. Actos sobre el inicio de la 1ª guerra mundial.

Y deportes y fichajes y traspasos y proyectos y millones y millones en juego.

Una desconexión total entre unos temas y otros. Las reuniones de la ONU sin poder conseguir nada, Los accidentes de aviación, los bombardeos, miles de jóvenes con sus fiestas y jaranas, niños muriendo de hambre y con sus casas asoladas por las guerras, los traspasos de deportistas con fichajes multimillonarios, ciudades convertidas en escombros. El noticiario venía a ser una amalgama de hechos desconectados entre sí, pero reflejando el enunciado de nuestro título, CADA UNO A LO SUYO.

Y me pregunto: entre unos y otros ¿qué estamos haciendo por nuestro mundo? ¿No estamos llamando a nuestro mundo “familia humana”? Pero ¡qué clase de familia! Cada uno aprovechándose de los demás, buscando situarse lo mejor posible, con amiguismos, adulaciones, enchufismos, buscando conseguir de manera injusta y desproporcionada, un buen puesto de trabajo (o de descanso) con un gran sueldo, hasta llegar a situaciones vergonzosas en que algunos ineptos están cobrando, no digo miles, pero sí cientos de veces el sueldo de personas mucho más capaces y honestas, quizá en paro. De manera especial en la Administración Pública y en Sindicatos. Por lo menos, es lo que oigo.

Y nos encontramos con sectores en que cada uno procura servirse de los demás en vez de servir a los demás. ¿Qué esperamos los del primer mundo para ayudar a los del tercero? Y encima, les estamos vendiendo armas para que se destruyan unos a otros y aprovechándonos económicamente de ellos. ¿Es lógico que vayamos cada uno a lo nuestro, despreocupándonos de los pobres y buscando conseguir sueldos sustanciosos aunque seamos conscientes de no estar capacitados para desempeñar dignamente el trabajo que deseamos? Clamando por lo pobres, sí: pero colaborando, ¿también?

Es cierto que si no hay un cambio de actitudes morales en nuestra sociedad, no hay solución. Sin moralidad no vamos a ninguna parte. Pero, por lo menos, tratemos de cambiar nosotros ayudando con nuestro ejemplo y con nuestro testimonio a hacer bien patente que es posible cambiar esta gran familia que formamos entre todos; y tratemos de convencernos de que si no cambiamos personalmente, no podemos soñar con una nueva sociedad regida por el amor.

Y acabo con aquellas palabras de Jesús al hablarnos del buen samaritano: ¿Recuerdan? Le preguntan qué debemos hacer para conseguir la vida eterna. Él responde ¿qué está escrito en la Ley? Y un maestro de la ley responde Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…. Y al prójimo como a ti mismo. Y este maestro de la ley le vuelve a preguntar ¿Y quién es mi prójimo? Es cuando Jesús le responde con la parábola del buen samaritano.

Un hombre es asaltado por unos bandoleros que lo dejan medio muerto. Pasa un sacerdote, da un rodeo y pasa de largo; pasa también un levita y lo mismo. Pasa un samaritano (los samaritanos y los judíos no se podían ver, se odiaban), se baja de su cabalgadura y lo atiende, lo lleva a una posada. ¿Cuál de los tres -preguntó Jesús- crees que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandoleros? Respondió el maestro de la ley: El que practicó la misericordia con él. Jesús le dijo: anda y haz tú lo mismo.

En un mundo de hambre y de pobreza en que cada uno va a lo suyo, también hay quienes cumplen aquello que dijo Jesús “haz tú lo mismo”. No es que quiera hacer una alabanza de lo que hace la Iglesia por los pobres, pero a ver qué grupo político, sindical o social, hace hoy lo que está haciendo la Iglesia. Hablamos y criticamos mucho, pero hacer… Hay gestos preciosos de dedicación perpetua o temporal al servicio de los más pobres y gracias a Dios que no es sólo la Iglesia la que ayuda al tercer mundo con sus misioneros y ONGs, sino gente, cristianos o no, voluntarios para elevar el nivel de nuestros hermanos más pobres. Y, entre éstos, ¡qué pena dan los niños más pobres!

¿No les parece que también nosotros en estos momentos trágicos para la humanidad, deberíamos escuchar y poner en práctica las palabras de Jesús: “anda y haz tú lo mismo”?

José Gea