San Agustín, escribía…: Tarde te hallé, estabas dentro de mí y yo de te buscaba fuera. Dios es espíritu puro y el espíritu inhabita en el espíritu, no en la materialidad de nuestros cuerpos, por ello la Inhabitación Trinitaria se realiza en lo más profundo de nuestro ser donde está nuestra alma. Aunque esta es una forma de expresarnos, porque el alma al ser espíritu, no necesita ubicarse, ni se ubica en la materia, sino que se une a nuestro cuerpo. Porque nuestro cuerpo sin alma es un cadáver.

Nunca veremos a Dios, con los ojos de nuestra cara mientras estemos en este mundo. Pero si tomaremos consciencia de su inhabitación en el interior de nuestra alma, tanto más cuanto más nos asemejemos a Dios. Mientras estemos  en este mundo, no veremos a Dios, porque si le viéramos careceríamos de fe, tendríamos evidencia de su existencia y al carecer de fe, perderíamos los grandes beneficios, gracias y dones que Dios proporciona a los que en Él creen.

La asemejanza, es una característica esencial del amor. El que ama tiende a imitar a su amado, no cesa de imitarle para parecerse más a él, cuanto mayor sea la fuerza del amor, mayor es la tendencia a esta imitación, para lograr más  semejanza con ÉL. Existe un viejo refrán que viene aquí al caso y de dice: “Dos que duermen en un mismo colchón, se vuelven de la misma opinión”. Viene también aquí al caso lo que los sicólogos denominan, el Síndrome de Estocolmo, conforme al cual una persona secuestrada durante mucho tiempo, llega a establecerse, una corriente de mutua simpatía, entre el secuestrado y sus secuestradores.

El trato continuado entre personas normales y equilibradas, siempre engendra cariño, y del cariño se pasa al deseo de conocimiento de uno con el otro, lo cual es otra de las características del amor, como lo es el deseo de asemejanza y de aquí al deseo de imitación. Todo esto son partes de un proceso que se da en las personas que comienzan a amar al Señor, porque el amor que empleamos las personas para amar a Dios, es el que tenemos, reflejo del divino, y las características de nuestro amor son las mimas, cuando nos amamos entre si las personas, que cuando amamos a Dios. Solo existe una clase de amor que es el que emana de Dios, porque Él, es la única fuente de amor que existe.

Inicialmente, a Dios tratamos de buscarle, dada nuestra mentalidad antropomórfica, mirando con los ojos de nuestra cara, primeramente mirando hacia afuera, hacia el cielo, donde evidentemente nunca vamos. Ya San Juan en su evangelio nos dejó escrito: “A Dios nadie le vio jamás; Dios unigénito que está en el seno del Padre, ese le ha dado a conocer”. (Jn 1,18). Mirar hacia dentro no podemos, dentro de nuestro cuerpo, nuestros ojos materiales de nuestra cara no tiene ángulo ni capacidad de visión. Pero si tenemos un alma espiritual y esta tiene también sentidos, como nuestro cuerpo material Nuestros sentidos, sean corporales o espirituales de nuestra alma tiene la misión de permitirnos relacionarnos con nuestro exterior.

Los sentidos materiales de nuestro cuerpo, son aptos para relacionarnos con la materia, pues a este orden pertenecen, pero los sentidos espirituales de nuestra alma, son los únicos que tiene aptitud para relacionarnos con lo que es, o pertenece a su mismo orden, al espiritual. Los ojos materiales de nuestra cara necesitan luz material que ilumine lo que se desea ver, sin luz material los ojos de nuestra cara de nada nos sirven. Y asimismo los ojos espirituales de nuestra alma necesitan luz espiritual, luz divina que ilumine lo que se desea ver

Pero es el caso que mientras todos tenemos suficientemente desarrollados nuestros sentidos corporales, no es así, en lo que se refiere a nuestros sentidos espirituales. Y para desarrollarlos y potenciarlos tenemos que tratar de usarlos y agudizarlos. La pregunta es: ¿Y esto como se consigue? Pues amando a Dios. En este sentido es de ver que el que más ama a Dios es el que más se le asemeja y a su vez Dios ama al que más se le asemeja a Él. Y si existe el amor a Dios, el donará luz spiritual a los sentidos de nuestra alma

Para buscar a Dios dentro de uno mismo, es necesario amar mucho a Dios habérsele entregado uno totalmente, porque ello implicará, el haber desarrolla do en algo nuestros sentidos espirituales de nuestra alma, especialmente los ojos de nuestra alma. San Juan más adelante en su evangelio en el capítulo 8 refiriéndose indirectamente a la visión de Dios, por los ojos de nuestra alma recoge las palabras del Señor cuando dijo: “12 Jesús les habló otra vez diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida”. (Jn 8,12). El Señor nos dice  Yo soy la luz del mundo. Evidentemente, Él se está refiriendo a una luz espiritual, que es la luz que necesitan los ojos de nuestra alma para ver.   

Tal como antes ya hemos escrito, de la misma forma que los ojos materiales de nuestra cara de nada nos valen si no disponemos de luz material, generada materialmente por el sol, los demás astro o el fuego, que ilumine lo que queremos ver, los ojos de nuestra alma necesitan para ver la luz a la que el Señor nos alude, cuando nos dice: el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida. Esa luz de la vida a la que alude el Señor, es la única luz espiritual que puede iluminar los ojos de nuestra alma, y hacernos capaces de encontrar a Dios dentro de nuestro ser. Ver a Dios estando en este mundo, ha sido de siempre un deseo humano, bastantes versículos de la Biblia nos dan fe de la existencia de este deseo humano y a pesar de no ver nunca con los ojos de sus caras, al dios en el que creían, eran en general monoteístas, sino casi todos, politeístas monólatras.

Y ¿qué quiere decir esto? Pes que cada pueblo creía en el dios que tenía, que generalmente eran varios y respetaban como autentico los dioses que tenían los demás pueblos. Inicialmente el pueblo hebreo era monólatra y creía en la existencia de muchos dioses, aunque el suyo era el mejor por ser más fuerte y vencer a los demás, hasta que se hizo monoteísta reconociendo la existencia de un solo Dios, Yahev. Después de la venida de Nuestro Señor Jesucristo al mundo, los cristianos seguimos siendo monoteístas pero reconocemos la existencia de tres personas en un mismo Dios. Misterio Trinitario, que les justifica a los hebreos y musulmanes para llamarnos politeístas a los cristianos.

Solo hasta el final del siglo XVIII, a nadie se le ocurrió pensar en la barbaridad de que Dios no existía. Antes las guerras eran generalmente creadas por razones religiosas, y fuera del cristianismo  dentro del cristianismo entre católicos y cismáticos o entre católicos y protestantes contra el Islam. Fue en esta época, en la que la filosofía de los enciclopedistas y libre pensadores, crearon el mito de la diosa Razón, a la cual hasta se le levantó un altar en la Francia revolucionaria. A partir de esta fecha, las actuaciones demoniacas, desde luego  permitidas por Dios, tomaron un fuerte impulso sobre todo por parte de nuevas sociedades y logias masónicas que empezaron con su oculta labor, de destrozar todo lo que refieres, especialmente al culto divino, especialmente el de los católicos.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

  1. Libro. BUSCAR A DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461164516
  2. Libro. LA HUELLA DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461164523
  3. Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
  4. Libro. CONVERSACIONES CON MI DEMONIO.- http://www.readontime.com/ISBN=9788461650880
  5. Libro. VIDA DE NUESTRA ALMA.- http://www.readontime.com/ISBN=9788461266364

La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.

Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com