Este verano ha sido realmente único. Por más vueltas que le doy no se me ocurre otro calificativo mejor, tanto en el sentido de especial, como en el que será muy difícil si no imposible que otra temporada estival se le parezca o iguale. Al menos para mí y mi familia.

Si mi mujer no hubiera tenido que realizar una estancia en Inglaterra de casi dos meses (julio y agosto) realmente todo habría sido muy diferente, pero que ella tuviera que irse sola no podía ser ningún plato de buen gusto, ni para ella ni para mí, ni tampoco para nuestras hijas, por mucho que no lo vieran desde el principio, sufrieran por ello y contasen los días que quedaban para irnos.

Para mí la primera motivación fue pensar que podía ser una inversión clara en el idioma inglés, en la mejora del conocimiento de la lengua inglesa, no solamente de cara a mis exámenes de septiembre, pero también.

La segunda, al ser profesor de Religión Católica, aprender de la única parroquia católica presente en Canterbury y un mayor conocimiento de la Iglesia de Inglaterra.

Quizá la tercera ha sido conseguir y mantener una red de amistades con amigos angloparlantes de aquel precioso lugar, que han sido y están siendo una riqueza real que ha abierto nuestras mentes a una mejor comprensión de los valores que vivimos aquí en España, y que allí no abundan precisamente, la espontaneidad en el trato y la dedicación a la familia especialmente.

También de allí me traigo algunas lecciones como la de un mayor cuidado litúrgico (en cuanto a la oración y los cantos) y una mayor sensibilidad social en apoyo a iniciativas de tipo caritativo.

¿Qué seguimos y qué vimos? Seguimos en familia unidos allí, a pesar de nuestra resistecia inicial, para ver que nuestra unidad generaba también más y más encuentros y lazos fraternos con muchas personas: amigos de la parroquia, de grupos de la misma y de otras comunidades cristianas en clima de oración  y amistad.

¿Qué buscamos y qué vivimos o encontramos? Buscamos aprovechar el tiempo en paz, pero también descansar. Acoger al amigo o a la amiga que se queda con nosotros y expresar nuestra necesidad de ser escuchados por él o ella.

Nos hemos traído recuerdos muy entrañables con personas que son ya amigos (y con los que nos comunicamos actualmente), y experiencias muy bonitas del Reino Unido en lugares tan maravillosos como Cambridge, Broadstairs y Londres también.

Al volver a casa ésta nos ha parecido más grande, y quizá se haya debido al ensanchamiento a la par de nuestro corazón y mente. Queremos ser más acogedores, más abiertos a la realidad del otro, y a la nuestra. Quizá ver también un poco más la realidad con los ojos de nuestros amigos que hemos dejado con pena, que pronto queremos volver a tener cerca. Es decir, con más ilusión y admiración por lo que cada día puede suponer de imprevisto, de nuevo, de arte, de belleza y de alegría en nuestra vida.