Si tenemos la impresión de decepcionar constantemente a los demás, de ser incapaces de responder a sus expectativas, a su confianza, a las esperanzas que han depositado en nosotros; si tenemos la sensación de que hay un desfase entre lo que parecemos ser y lo que somos de verdad, entre lo que se nos considera capaces de hacer y lo que podemos hacer en realidad, entonces es preciso que sepamos que a Él, a nuestro Dios, no le decepcionaremos. 

Él nos conoce con precisión. Él conoce el extraño mundo de tinieblas y luces que nos habita, conoce mejor que nosotros esa mezcla misteriosa que somos, sabe de qué somos capaces. A los demás podemos decepcionarlos porque se forjan sueños acerca de nosotros y nos proyectan en lo ideal; Dios no se siente nunca decepcionado porque ama a quien soy hoy; Él no vive en el futuro ni en el pasado, sino en el presente. Él “es” el presente y me ve en mi realidad presente. 

Jean Vanier, La fuente de las lágrimas