Muchas veces, necesitamos que pase el tiempo para poder valorar con mayor objetividad los acontecimientos históricos. Al mirar en retrospectiva, la historia le da la razón al estilo diplomático con el que Eugenio Pacelli -Pío XII- hizo frente a la Segunda Guerra Mundial. Detrás del aparente silencio público que guardó -salvo en el discurso radiofónico de la Navidad de 1942- con respecto al nacionalsocialismo de Hitler, se escondía su mejor estrategia para ocultar -dentro de los muros de las propiedades católicas- y salvarle la vida a un aproximado de 750, 000 judíos[1]. En lugar de haber armado un alboroto mediático -cuyas consecuencias sobre los prisioneros de los campos de concentración hubieran resultado todavía más sangrientas- supo moverse sigilosamente. La oración y, por supuesto, su carrera como diplomático al haber sido nuncio de Su Santidad (embajador del Vaticano) en Berlín de 1917 a 1920, resultaron ser las mejores herramientas de las que disponía para actuar en la escena internacional. Incluso hay una carta escrita por Albert Einstein, en la que hizo constar su aprecio por el Papa Pío XII en aquellos años desastrosos del holocausto judío. Basta con recordar una nota de pie de página del libro “El Primogénito” (La Cruz, México, 2003, pág. 412) -escrito por el P. José Guzmán Ponce de León, M.Sp.S.- sobre los judíos que fueron hospedados en la residencia de la congregación fundada por el V.P. Félix de Jesús Rougier de San Salvatore in Campo: “En nuestra casa de Roma llegaron a estar ocultos hasta 18 de estos infelices perseguidos. Cuando una noche se presentó la GESTAPO, no se atrevió a violar la extraterritorialidad de nuestra casa y así se salvaron los judíos y los Misioneros del Espíritu Santo que los ocultaban”. Extraterritorialidad que fue una brillante idea de Pío XII -experto en Derecho Internacional Público- para extender la soberanía del Estado-Ciudad del Vaticano a todos los inmuebles de la Iglesia en la capital italiana. Resultó un candado político lo suficientemente ingenioso que palió los efectos de las deportaciones.

Para el Papa, Hitler era una amenaza a nivel mundial. Por esta razón, no escatimó recursos y esfuerzos de toda clase para salvar a Roma de la invasión y, al mismo tiempo, tramitar pasaportes que permitieran la huida de muchos judíos que estaban a punto de ser asesinados; especialmente, menores de edad, hacia los Estados Unidos de América. Una gran cantidad de sobrevivientes han defendido la congruencia de Eugenio Pacelli, reconociéndolo como un verdadero amigo de la comunidad hebraica. Aplicó una de sus frases célebres: “Todo se pierde con la guerra, todo se gana con la paz”. La idea de Hitler era secuestrarlo; sin embargo, entre la ayuda de Dios y el esfuerzo conjunto de la diplomacia Vaticana, consiguieron echar abajo el plan y poner un freno al nazismo en Roma a la par que iban llegando los Aliados.

Pacelli, logró poner el patrimonio eclesial al servicio de las víctimas y eso es algo que revalora el papel de la Iglesia en la Segunda Guerra Mundial; especialmente, de todos los embajadores que participaron de común acuerdo con la Santa Sede. Si el Papa no hubiera tenido su propio Estado -cuyos elementos son el territorio, la soberanía y la población- ¡la lista de crímenes de lesa humanidad sería todavía más grave y numerosa! El Vaticano supo coordinarse y, desde ahí, dar una lección de asistencia social y humanitaria en tiempos convulsos. En este sentido, nos mostramos favorables a su proceso de beatificación y canonización. Rodeado de soldados nazis que iban a secuestrarlo, se mantuvo firme en la fe demostrada con hechos concretos y que poco a poco han ido saliendo del Archivo Secreto Vaticano.

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[1] Juan Vicente Boo, 2001. El embajador israelí admite que Pío XII salvó a miles de judíos. ABC. Obtenido el 18/07/2014 del sitio web:
http://www.abc.es/20110623/internacional/abcm-embajador-israeli-admite-salvo-201106231817.html