PALABRA PROFÉTICA EXTREMA

En cierta ocasión, escuché una predicación acerca de una historia que está en la Biblia y que yo desconocía. Fue tal la sacudida que provocó en mi alma, que me puse a leer con calma y a orar con este pasaje bíblico que resultaba revelador y profético.

Quiero compartir contigo ahora este mensaje que he titulado "Palabra profética extrema", con el deseo de que también sea de bendición para ti.

Debemos situarnos en tiempos del profeta Eliseo, hacia mediados del siglo IX a.C. aproximadamente. Samaría, la capital del reino de Israel que sería destruida por los asirios un siglo más tarde, ahora sufre el asedio por parte del rey de Siria. El texto bíblico nos relata una situación extrema de hambre y desesperación en la ciudad, debido a una prolongación excesiva del hostigamiento provocado por el ejército arameo. En una situación así, la puerta de la ciudad debía permanecer cerrada como elemento defensivo, con el resultado de que el alimento y las provisiones necesarias no podían entrar para abastecer a la población.

Cuando la situación se volvió trágica e insostenible, el canibalismo se hizo presente entre los habitantes de Samaría (2 Re 6,28-30). Parece impensable que pudieran llegar a cometer semejante aberración en contra de la Alianza y del sentido común, pero esto nos describe cómo puede reaccionar el ser humano ante una situación tan crítica. Es evidente que habían tocado fondo y que todo parecía estar ya perdido; sin embargo, el texto nos habla también de cuatro leprosos que cambiaron el rumbo de esta historia.

Como bien sabemos, los leprosos vivían fuera de los muros de la ciudad, de acuerdo con su condición y con la ley. Su situación era aún peor, ya que dependían de lo que otros les pudieran dar como limosna. Estos cuatro leprosos adoptan una resolución impropia de cobardes y pusilánimes: entre una muerte segura si permanecen donde están y una muerte probable si se ponen en movimiento hacia el campamento arameo, deciden lo segundo (2 Re 7,3-4).

Han decidido dar un paso al frente y avanzar hacia lo desconocido como auténticos valientes que no se van a quedar sentados esperando la muerte. Previo a esto y dentro de la ciudad, Eliseo proclama ante el rey una palabra profética que será el primer eslabón de un proceso de cambio y transformación: "Escucha la palabra del Señor: «Así dice el Señor: a esta hora, mañana en la puerta de Samaría, la arroba de flor de harina se venderá a un siclo y a otro las dos de cebada»" (2 Re 7,1). Esto suponía que la normalidad regresaría a la ciudad y la penuria desaparecería, ya que los precios de los alimentos volverían a ser los habituales al disponer de provisiones para todos.

El ayudante del rey se atrevió a dudar de esta palabra profética y lo que le sucedió fue que pudo ver su cumplimiento, sin llegar a recibir el fruto de su bendición (2 Re 7,2). Nunca te atrevas a dudar de una declaración de fe que está destinada a cambiar las cosas, cuando parece que ya no hay nada que poder hacer. Es muy probable que te ocurra lo mismo que a este ayudante del rey: se quedó fuera y no pudo formar parte de esta historia de salvación (2 Re 7,19-20).

Me conmueve descubrir cómo el Señor actúa conforme a la palabra profética extrema y el actuar de cuatro leprosos, aquellos que menos contaban. La Biblia nos dice que estos leprosos llegaron al campamento enemigo y, contra toda lógica humana, lo encontraron vacío. El motivo fue que, mientras ellos se dirigían allí, el Señor había asustado a las tropas con el estrépito de carros y caballos, como si de un gran ejército se tratara, causando la dispersión y el abandono del campamento (2 Re 7,5-8).

Encontraron comida y alimentos, plata, oro y vestidos en abundancia. La primera reacción de los cuatro leprosos fue esconderlo y guardar todo aquel botín para ellos mismos, pero la grandeza de estos hombres se manifestó al darse cuenta de que no actuaban correctamente: "Entonces se dijeron unos a otros: «No está bien esto que hacemos. Hoy es un día de alegría y nosotros estamos callados. Nos tratarán como culpables si aguardamos hasta la luz de la mañana. ¡Andando!, vayamos a informar a palacio»" (2 Re 7,9).

Esto me recuerda, con dolor, que nuestro mundo también se muere de hambre y sufre desesperado. En la Iglesia hay pan para todos y nosotros disfrutamos del alimento espiritual; sin embargo, no estoy seguro de que seamos conscientes de no estar actuando correctamente. Parece que nos hemos conformado con tenerlo para nosotros, sin que nos apremie el amor de Cristo a anunciarlo a los demás. Imagina por un momento que tu compañero de trabajo o tu vecino se está muriendo por una enfermedad terminal, y tú tienes la medicina que puede curar esa enfermedad. ¿Te callarías y no compartirías tu medicina con él? ¿Le dejarías morir sabiendo que en tu mano está el remedio para que pueda vivir?

Ahora deja de imaginar y atrévete a declarar una palabra profética en fe que renueve la Iglesia en salida misionera. Si el celo apostólico te devora y el fuego del Espíritu Santo te quema, no serás capaz de conformarte con una Iglesia de mantenimiento que olvida su identidad y su misión. También necesitas ponerte en camino, aunque resulte desconocido y parezca imprevisible. Somos culpables ante el mundo si hoy es un día de alegría para nosotros y permanecemos callados hasta mañana, sin compartir el pan de vida que es Cristo.

No consigo quitarme de la cabeza las palabras que Jesús nos sigue dirigiendo hoy a ti y a mí: "Dadles vosotros de comer" (Mt 14,16). Al terminar cada jornada, siempre me pregunto si podría haber hecho algo más. Me acuerdo de las palabras de san Agustín: "Trabaja como si todo dependiera de ti y ora como si todo dependiera de Dios". No sé si hoy he hecho todo lo que estaba en mi mano por llevar alimento y alivio al que se muere de hambre y sufre desesperado, pero si este mensaje consigue conmover tu alma y encender tu corazón, estaré agradecido a mi Dios por ser como uno de esos cuatro leprosos que se atrevieron a levantarse y cambiar el rumbo de las cosas.

 

Fuente: kairosblog.evangelizacion.es