En el post anterior hablábamos del celibato del sacerdote, que no es un capricho de la Iglesia, sino una necesidad para vivir adecuadamente su vocación de total entrega a Dios y a la Iglesia. Es como un “matrimonio” contraído con Dios y la Iglesia, con la promesa de que ha de ser  uno y para siempre  (unidad y fidelidad).  No todos podrán vivir esta condición, que es exigente, pero hay que tener en cuenta que el sacerdocio no es para todos: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”.  En otras confesiones religiosas hay otras prácticas que para nada influyen en la mayor o menor cantidad de vocaciones.

                Pero el celibato no sólo concierne al sacerdote, a la persona consagrada. Los laicos, y en especial las mujeres, han de tener en cuenta que aunque el sacerdote es un hombre, no es uno cualquiera. Es una persona comprometida de por vida con Dios. Y hay que respetar escrupulosamente las barreras infranqueables que el celibato exige a unos y a otros. A veces las imprudencias, los sentimentalismos, la confusión entre aprecio y amor, pueden dar al traste con una vida llamada a dar mucho fruto en la viña del Señor.  Es necesaria una fuerte dosis de prudencia.  Traigo aquí una sincera carta publicada en Internet, con las respuestas pertinentes que suscitó:

Estoy enamorada de un cura

En primer lugar, no quisiera que pensarais en ningún momento que tengo ningún tipo de relación más allá que la de guía espiritual con el sacerdote. Pero el hecho es que estoy enamorada de él.

Estoy casada y tengo 3 hijos y jamás intentaría hacerle caer en la tentación porque le respeto a él y a Dios. Pero quisiera que me ayudarais diciéndome qué podría hacer para olvidarme de él. Por mil razones tenemos contacto regular y cuando le veo no puedo evitar pensar que le amo, y también me da miedo que él pueda entreverlo.

Mi marido no es creyente, quizás esto influya mucho.

ESTER

Respuestas, muy sensatas, de lectoras de ese blog:

Pues lo cierto es que yo te recomiendo que reces y que te distancies de él todo lo que puedas.

Que encauces o rectifiques el pensamiento cuando te venga, es fácil que le tengas aprecio pues a todos nos atrae el bien en tanto que participa de Dios.

Querer es un acto de la voluntad, querer hemos de querer a todos, amar como se debe amar al cónyuge es otra cosa. Yo te aconsejo que te vuelques mas en tu marido, que seas más detallista con él, que le repitas que le quieres, que intentes siempre mantener la llama de amor en tí y volver a conquistarle... Y seguro que lo haces: rezar más por su conversión mientras con tu ejemplo le acercas más y más a Dios.

Cuenta con nuestra oración.

Cascabel

Ester, con todo el cariño te lo digo: ¡lárgate, corta sin dudarlo! Te costará pero con la gracia de Dios, te resultará fácil. No dejes de acudir a otro sacerdote, mayor, que son muy sabios. Le muestras tu interior y déjate moldear: ¡verás qué maravillas hace el Señor contigo!

Otras podrán ocupar tu sitio en el encargo que te lleva a estar ratos con él. Sé fuerte, y tierra de por medio. Estamos en el decenario del Espíritu Santo: pídele todo el conjunto de dones.

Tienes una estupendísima familia, no la eches a perder: entristecerías a Dios a Quien tú amas. Además, tienes un panorama inmenso: acercar a tu marido a Dios, y enseñarle que le ame con locura. Que vea que estás "colada" por Dios: que te vea rezar; que vea tus luchas por ser cada vez mejor; que se sienta amado intensamente por ti.

Te aseguro oraciones para ti y para tu familia.

Si nos indicas dónde vives, podremos indicarte mejor a quién acudir.

Un saludo cordial

Y otras respuestas por el estilo. En definitiva: el que está comprometido con un SI responsable, sea casado, sea sacerdote, etc. , debe defender su estado, la palabra dada libremente. Por todos los medios hay que evitar arruinar una vida, y posiblemente la de muchos. Toda prudencia es poca. La relación con sacerdotes que están, o estamos, muy cerca de la vida normal de la calle, debe ser abierta, sin intimidades, sin puertas cerradas, evitando sentimentalismos, y siendo radicales a la hora de cortar una relación, aunque sea muy espiritual, cuando el sentido común y la prudencia lo aconsejen.  Sin rarezas, pero sin ingenuidades. Más vale quedar mal con alguien que no dar lugar a malas interpretaciones.  El tema es serio, y es cosa de todos. Por favor, defendamos el sacerdocio, que es un bien escaso.

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com