Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché el argumento, hace ya muchos años, en mi juventud. Desconozco si cuando yo lo oí era reciente o había sido utilizado con anterioridad y era ya antiguo, tan antiguo como el oficio al que se refería. En cualquier caso me llamó la atención. Más aún, me chocó. Tuve la impresión de que utilizarlo otorgaba a quien lo hacía un cierto aire como de superioridad, de sobranza, como de “estar en la pomada”, de “estar de vuelta de todo”, de “yo me sé de lo que hablo”. Es posible que yo mismo lo haya utilizado alguna vez, no recuerdo ya si muy convencido o menos. Porque pensándolo bien… ¿de verdad creen Vds. que el de prostituta fue el primer oficio del mundo? ¿De verdad creen Vds. que el sexo es tan primordial en el ser humano como para que la del sexo fuera la primera profesión de la historia?
 
            Yo me permito dudarlo. Me permito porque como apunto en la pregunta y creo que existe general consenso entre psicólogos y sociólogos, la del sexo, por muy sublimado que se halle hoy día, no es ni mucho menos la primera necesidad del ser humano, y antes de proveer por su solución proveemos los bípedos sapiens por las que tienen que ver con el hambre, con la sed, con el frío, y hasta con el techo y tantas otras. Y en consecuencia, antes de pagar por un orgasmo, pagaríamos por el alimento, por la bebida, o por el abrigo.
 
            Lo que me lleva directamente a la segunda razón que es precisamente de la que quería hablar a Vds. hoy: el de prostituta es un oficio intimísimamente unido al precio, en modo tal que, convendrán Vds. conmigo, sin precio no hay prostituta. Sin precio puede haber una mujer “fácil”, bacante, lúbrica, libidinosa, lasciva, calentona o cachonda, puede haber una mujer “apasionada”, si quieren Vds. “liberada” (o por el contrario “esclava”), puede haber una mujer “poliándrica”, “multiorgásmica”, y tantas cosas como estimen Vds. oportuno… pero prostituta, lo que se dice prostituta, no. Porque para que esa mujer “fácil”, “apasionada”, “liberada”, “poliándrica” o “multiorgásmica” ascienda (o descienda) a la categoría de prostituta, es absolutamente necesario que la especie humana haya adquirido la noción del precio y la practique, cosa que hasta donde se me alcanza, no hicieron nuestros abuelitos neandertales y cromañones, y los propios “sapiens” tardamos bastante en descubrir.
 
            Me dirá Vd. tal vez: “pero eso, Antequera, vale para la prostitución y vale para cualquier otra profesión, por lo que nos hallamos igual que estábamos”. Pues bien, no, querido amigo: ahí quería llegar yo. La existencia o no existencia de precio que es consustancial a la profesión de la prostituta no lo es, sin embargo, a otras profesiones como la del “cazador”, la del “pescador”, la del “agricultor”, la del “fabricante de herramientas”, e incluso si me apuran, la del “pintor de cuevas” (la cueva de Altamira ya estaba pintada para el 10.000 a.C. con toda seguridad, pero probablemente varios miles de años antes), profesiones todas ellas que lo son en sí mismo sin necesidad de mediar precio: uno es cazador porque caza, uno es pescador porque pesca, uno es pintor porque pinta, aunque cace, pesque o pinte gratuitamente. Pero una no es prostituta porque “se dé” o porque “conozca” o “pertenezca” a varios hombres. Lo es, y sólo lo es, cuando se hace pagar por ello, no cuando lo hace porque le gusta o porque le obligan.
 
            Por lo que, convengamos, lejos de ser el oficio más antiguo del mundo, probablemente ni siquiera se halle entre los primeros. De lo que pueden Vds. sacar las conclusiones que quieran. Por mi parte, me conformo con haber puesto la cuestión sobre la mesa. Y de paso haberles hecho pasar un ratito divertido. Espero haberlo conseguido.

            Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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