Nosotros si creemos…,  en la existencia de Dios y deseamos vivir eternamente en la casa del Padre, contemplando el Rostro de Dios, tenemos inevitablemente que relacionáramos en esta vida con Cristo Jesús su Hijo porque muy claro nos lo dijo el Señor: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”. (Jn 14, 6). Y San Mateo en su evangelio nos aclara aún más, al decir: 27 Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. (Mt 11,27). El Señor es quien nos abre las puertas de acceso para integrarnos en la gran luz, que es el Padre”.

        Pero es importante considerar también, en estas relaciones de intermediación para facilitarnos nuestra santificación, la figura de la tercera personas de la Santísima Trinidad es decir,  el Espíritu Santo del cual nos dice el Señor: "15 Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; 16 y yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros y está en vosotros”. (Jn 14,15-17). Y dos capítulos más adelante San Juan vuelve a referirse el Espíritu Santo y nos escribe las palabras de Señor que nos dicen: "12 Muchas cosas tengo aún que deciros, más no podéis llevarlas ahora; 13 pero cuando viniere Aquél, el  Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad completa, porque no hablará de sí mismo, sino que hablará lo que oyere y os comunicará las cosas venideras. 14 El me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo dará a conocer. Todo cuanto tiene el Padre es mío; 15 por esto os he dicho que tomará de lo mío y os lo dará a conocer”, (Jn 16,12-13).

         Si meditamos estos textos evangélicos, claramente vemos que el amor al Señor es el único camino para acceder a Dios Padre, porque el Señor es: “……el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí”. (Jn 14, 6). Él es el paso intermedio para acceder al Padre…. ¿pero para acceder a Él cual es el camino?  La contestación a esta pregunta está en los dos textos anteriores de San Juan (14,15-17) y (16, 12-23). Este intermediario para que podamos llegar al Señor es: “… el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros y está en vosotros”. Nosotros necesitamos al Espíritu Santo para relacionarnos con el Señor. Él mismo nos lo dijo muy claramente cuando, cuando nos dejó dicho: “Os conviene que yo me vaya; si me marcho, os enviare al Paráclito”. (Jn 16,7).

         El Espíritu Santo, nos es dado como un don por Dios Padre y por el Hijo, para que lo conservemos y mimemos y lo poseamos en nuestras almas como algo nuestro, por medio de Él, podemos llegar al Hijo, y por medio del Hijo alcanzaremos al Pad re. Es de ver pues, que en nuestras relaciones con Dios, tres personas que son y actúan como una sola persona, tiene una intervención directa, y especifica en su cometido para que todos nos salvemos pues eso es el mayor deseos que la Santísima Trinidad tiene para con nosotros.

        Nuestras relaciones con Dios, son siempre recíprocas, en el sentido de que nosotros le hablamos al Señor y  Él siempre nos responde, pero como quiera que Él, es espíritu puro no se relaciona con nuestro cuerpo sino con nuestra alma y es a ella a la que le habla, no a la materialidad de nuestros oídos. Nuestra relación con el Señor es siempre de Espíritu a espíritu, Él no le habla ni se relaciona con nuestro cuerpo. Por todo ello es de tener presente que para relacionarnos con fruto, y sobre toda para escucharle cuando nos habla hemos de guardar las tres eses. Estas son: Soledad, silencio y sosiego. Es por ello, la importancia que tiene el desierto material en nuestras relaciones con el Señor.

         También es bueno, emplear las tres eses para hablar con el Señor, porque hablar y escuchar son los dos componentes necesarios para en mantenimiento de una relación. En la vida material en este mundo cuando vamos a realizar una entrevista de importancia con alguien procuramos que esta se realice en un lugar en el que podamos disponer de las tres eses. El ruido  cualquiera de sea su origen, incluida la música nos roba el sosiego. A nadie se le ocurre ir a tener una conversación de interés trascendental, con alguien en una discoteca o en un auditorio de música, El silencio permite la concentración de la mente el ruido aunque sea de música lo impide, porque nuestra atención se va siempre a tratar de analizar ese ruido que nos molesta y si es música y nos gusta no nos molesta pero atrae nuestra atención, porque nos recrea. Hay estudiantes, que les dicen a sus padres que estudian mejor con música, es falso aunque esta sea una suave música de fondo. La mente humana tiene un límite y cualquier cosa que no sea el tema que esta elucubrando, la distrae.

         En los evangelios, podemos leer que el Señor: “Él siempre se retiraba a un lugar solitario para orar”. (Lc 5, 16). Pero concretamente, cuando era mucho lo que tenía que meditar y orar con su Padre, prolongaba la ausencia del mundo que le rodeaba hasta la simbología del número cuarenta. Así podemos leer,que Jesús: “Lleno del Espíritu Santo, Jesús se volvió al Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto”. (Lc 4,1). El Señor nos dice como hemos de orar: “5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar de pie en las sinagogas y en los ángulos de las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. 6 Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo secreto: y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara”. (Mt 6,5-6).

          El canónico polaco Tadeusz Dajczer, escribe: “En el simbolismo de la Biblia, el desierto es una de las etapas en el camino que conduce hacia Dios. Todos aquellos que han sido llamados a la fe tienen que pasar por esta etapa”. En el Kempis también podemos leer: “Busca un lugar apartado, gusta estar a solas contigo mismo, evita la conversación insustancial y eleva a Dios una plegaria fervorosa para que te mantenga en un estado de compunción y de pureza de conciencia”. Y en la Filocalia hay un consejo anónimo que nos dice: Cuando el enemigo nos exhorta a abandonar la soledad (hesychia), no le escuchemos. Nada es más poderoso que la alianza del hambre y la soledad para luchar contra él. Ella proporciona agudeza a la visión de los ojos interiores”. Evidentemente se refiere a los ojos del alma.

         Francis K. Nemeck y María Teresa Coombs. Ambos miembros de una comunidad contemplativo eremítica en Norteamérica, nos dan una serie de consideraciones a este respecto: “¿Por qué es pues, la soledad tan esencial, para el director espiritual? La respuesta es obvia. No se puede comunicar a los demás, un Dios personal y amoroso sin antes haberlo experimentado, como personal y amoroso. No se puede dar a otro lo que uno aún no se ha recibido. Simples conocimientos acerca de Dios no es suficiente... En la experiencia del desierto es donde se recibe de Dios el conocimiento propio y la sabiduría divina necesarios para guiar a otros”….

       “El desierto evoca distanciamiento, despojo, horizontes inmensos, misterios, silencio, no correr del tiempo, vida sutil, brisas suaves, tormentas espantosas, noches refrescantes, calor abrasador, maravillosas puestas del sol, luz cegadora,... El desierto pide y exige comunión con la naturaleza, comunión con uno mismo, y sobre todo comunión con el Padre. En una palabra el desierto es soledad. Todas estas ex En una palabra el desierto es soledad. Todas estas experiencias fueron parte de la vida interior de Jesús.  “El siempre se retiraba a un lugar solitario para orar” (Lc 5, 16-)”.

          “El desierto no es simplemente un lugar solitario. Es sobre todo una realidad del corazón. En el desierto Dios nos dispone y abre a nosotros su ardiente y transformante corazón. El desierto simboliza ese continuo proceso interior del morir a uno mismo a fin de resucitar en Cristo... La soledad externa también es mucho más que el simple hecho de estar físicamente solo. Es quedarse a solas para entrar en un contacto más directo e inmediato con Dios”…..“En la justa medida y en el momento oportuno, es Dios mismo quien despierta en la persona, una inexplicable necesidad de ir al desierto, buscando algo de ese silencio auténtico y soledad real”.

        Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

  1. Libro. ENTREGARSE A DIOS.- www.readontime.com/isbn=8460975940
  2. Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
  3. Libro. RELACIONARSE CON DIOS.- www.readontime.com/isbn=v
  4. Libro. VIDA DE NUESTRA ALMA.- http://www.readontime.com/ISBN=9788461266364

 

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