Después de conocer en su día lo que se da en llamar el “Umm al Kitab” traducible como “la madre del libro” o “escritura matriz”, con ocasión de la cual pudimos conocer lo que denominaríamos la triple concepción que en el islam tiene el Corán (pinche aquí para ponerse al día), toca hoy adentrarse en el proceso histórico que convierte el libro que custodia Dios desde todos los siglos, el Umm al Kitab, en el libro que uno puede leer hoy día en árabe y en sus diversas traducciones a través del proceso de recitación que el Arcángel Gabriel hizo sobre la persona de Mahoma entre los años 610 de la era cristiana y, con breves interrupciones, hasta el final de sus días, en el año 632 en que se produce su muerte.
 
            Contrariamente a lo que podría creerse, el Corán no es escrito por Mahoma, cosa que debe quedar clara. De hecho, Mahoma aparece en el Corán como iletrado, de lo que son buena prueba estas dos aleyas. En la primera se le define precisamente así, como “profeta iletrado”:
 
            “Destinaré a ella a quienes teman a Dios y den el azaque y a quienes crean en nuestros signos, a quienes sigan al Enviado, el Profeta iletrado...” (C. 7, 156157).
 
            En la segunda, sus contemporáneos increpan a Mahoma:
 
            “Tú no leías, antes de recibirla, ninguna Escritura, ni copiabas ninguna con tu diestra. Los falsarios si no, habrían sospechado” (C. 29, 48).
 
            Algo que, verdad o no (y tanto en el propio Corán como en otros libros importantes de la literatura islámica existen otras aleyas que permiten afirmar que Mahoma sí leía) constituye en la exégesis islámica una prueba más de la veracidad del Corán, sobre la prueba de que una persona iletrada como Mahoma no podría haber “suscitado” un libro “tan perfecto” como el Corán, de no haberlo hecho por dictado y con la ayuda divina.
 
            Ahora bien, el Corán está sometido a un proceso histórico, proceso que comienza muy tempranamente. La realidad es que los dichos y hechos del Profeta eran custodiados por sus contemporáneos, o bien en la memoria, o bien, algunos de ellos, en escritos dispersos y rudimentarios desde los primeros tiempos. Algo de lo que es buena prueba el libro de la “Sirah”, la primera biografía de Mahoma realizada por Muḥammad ibn Isḥāq ibn Yasār ibn Khiyār, mejor conocido como Ibn Ishaq, cuando nos cuenta el proceso de conversión del que luego será el segundo califa o sucesor (pinche aquí para conocer todo sobre la importancia del califato entre los musulmanes) Omar, ocurrido en vida de Mahoma, y se dice que volviendo a su casa, se encontró a su cuñado Saeed ben Zaid leyendo una determinada sura, la conocida como “Ta-Ha”, la número 20, lo que venía a significar que algunos fragmentos, y aunque fuera de manera dispersa, ya se hallaban por escrito. Pero no, en modo alguno, la obra completa, de lo que podemos hallar prueba en el propio Corán, cuando nos explica cómo increpan al Profeta unos airados contemporáneos suyos:
 
            “Tampoco vamos a creer […] mientras no nos hagas bajar una Escritura que podamos leer” (C. 17,93).
  
            Como quiera que sea, Abu Bakr, padre de Aisha, la esposa predilecta de Mahoma y sucesor del Profeta a su muerte, el primer califa pues, ordena a una comisión presidida por Zayd Ben Tabit, pariente también del Profeta, recolectar y sistematizar todas aquellas revelaciones que le fueron hechas a Mahoma.
 
            Esta comisión realiza finalmente una edición del Corán, la cual será revisada por la misma comisión en tiempos del tercer califa Utmán. Los problemas derivados de la deficiente normalización de la escritura árabe, llevarán a una nueva revisión del Corán en el s. IX, revisión de la que saldrán no uno, sino varios textos oficiales diferentes, las llamadas “lecturas” del Corán. Pero eso, si le parece a Vd. lo dejamos para otra ocasión, querido amigo.

            Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
 
            ©L.A.
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