Año del Señor 2019
24 de octubre
 
Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día. 
 
MÁS ALLÁ DE LOS DESEOS
 
El otro día caí en la cuenta de que hace siglos que no vemos una naranja en el monasterio. No es que sea algo que me moleste (la fruta y yo estamos en proceso de reconciliación), pero, bueno, por alguna extraña razón, esa mañana... ¡amanecí con ganas de naranja! 
 
No pude evitar comentarle al Señor lo mucho que me gustaría comer esa fruta y, por un instante, hasta estuve cavilando las posibilidades de conseguir una... pero se me pasó rápido. En cuanto comencé la rutina de la mañana, la naranja quedó en el olvido. 
 
Y, ese mismo día... pues no, no pasó nada. El recuerdo de la naranja había rodado por completo de mi vida. 
 
Al tercer día, mientras preparaba la cena, apareció la procuradora. Resulta que había venido un amigo de la Comunidad y nos traía un regalo de su huerta: ¡¡una caja llena de naranjas!! 
 
De pronto, un montón de sentimientos encontrados. Por un lado, alegría y gratitud, pero, por otro... 
 
-¿Habéis probado las naranjas? -preguntó una hermana. 
 
-Mañana -respondí resignada- Estamos de cocina, ¡vamos fatal de tiempo! Como para entretenerse a pelarla... 
 
-¡Ah, si ese es el problema, yo me encargo! -exclamó alegremente. 
 
Antes de que pudiese rechistar, ¡ya tenía la naranja pelada en la cocina! 
 
Como puedes imaginar, yo alucinaba a todo color: el Señor no solo me trajo una naranja... ¡es que me la trajo hasta pelada! 
 
Me impresionó un montón ver lo detallista que es el Señor. La naranja fue una petición mínima, que al instante dejé en el olvido, ¡pero Él se encargó de llegar más lejos de lo que podría haber imaginado! 
 
Aquel episodio me hizo recordar la impresionante oración que rezamos hace un par de Domingos en la Eucaristía: 
 
“Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican; derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir”. 
 
Parece una oración demasiado “atrevida”... ¡pero es la que nos entrega la Iglesia! Porque Ella sabe que Jesús tiene un corazón mucho más grande y bueno de lo que podemos imaginar. ¡Solo necesitamos ojos atentos para verle actuar! 
 
Hoy el reto del amor es estar atento. En tu oración, te invito a pedirle al Señor una mirada vigilante, capaz de descubrir Su mano cuidando de ti. Pídele ojos abiertos para descubrir hoy un regalo y... ¡para ser tú también un regalo! Como esa hermana, que fue instrumento del Señor para mí, ¡Cristo quiere usar tus manos para hacer llegar la naranja pelada a quien tienes a tu lado! ¡Feliz día! 
 
VIVE DE CRISTO
 
 
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¡Feliz día!
 
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