Todo lo que tiene que ver con el IOR, la comúnmente conocida como Banca Vaticana, despierta gran atención. Hace casi dos años, en mayo de 2012, el entonces presidente de esa institución, Ettore Gotti Tedeschi, era cesado fulminantemente entre acusaciones de prácticas inadecuadas por parte del Consejo de Supervisión, es decir, el órgano de laicos que vela por el buen funcionamiento del IOR. Estas acusaciones eran sorprendentes, pues Gotti Tedeschi, que contaba con la confianza de Benedicto XVI, se había empeñado en sacar adelante reformas que dotaban de mayor transparencia al Instituto. No obstante, la misma Secretaría de Estado del Vaticano emitió un durísimo comunicado sobre Gotti Tedeschi sin precedentes en la historia de la diplomacia vaticana.

El tema desembocó en los tribunales civiles italianos y ahora, casi dos años después, tenemos ya sentencia: absolución y archivo de la causa contra Ettore Gotti Tedeschi, al tiempo que son llamados a declarar los antiguos director y subdirector del IOR, Paolo Cipriani y Massimo Tulli (que se vieron forzados a dimitir en julio de 2013).

Así pues, Gotti Tedeschi es inocente de aquello de lo que se le acusaba, mientras que parece que hay indicios de que personas con gran peso en el IOR no sólo boicotearon las reformas introducidas por Gotti Tedeschi por encargo de Benedicto XVI, sino que incluso podrían haber actuado al margen de la ley.

Sabemos que el Papa tiene un interés especial en poner orden en el IOR (el cardenal Maradiaga declaraba que el Papa Francisco le había encargado que nunca más el IOR fuera fuente de problemas para la Iglesia, algo imposible de asegurar con absoluta certeza a no ser que se elimine la institución), que se han dado pasos en ese sentido, aunque también que aún queda trabajo por hacer (la dimisión, hace dos meses, del cardenal Attilio Nicora, gran valedor de Gotti Tedeschi, de la presidencia de la Autoridad de Información Financiera (AIF), constituida en 2010 por Benedicto XVI para prevenir cualquier tipo de actividad ilegal monetaria en el Vaticano, es significativa). Ahora, con la sentencia absolutoria a Gotti Tedeschi se plantean nuevos problemas: ¿qué responsabilidad tenían otros cargos del IOR? ¿Qué responsabilidad tiene un consejo que atacó injustamente a quien estaba intentando reformar el IOR y protegió así a quienes actuaban de modo discutible?

Pero más allá de las medidas que deban emprenderse en el interior del IOR, me parece evidente el deber que tiene la Iglesia de resarcir moralmente a Ettore Gotti Tedeschi, injustamente calumniado y cuya reputación ha quedado fuertemente dañada tanto por el Consejo de Supervisión del IOR como por la Secretaría de Estado. A menudo se habla mucho pero luego no somos capaces de poner en práctica lo que afirmamos. Es ésta una ocasión magnífica para que, como mínimo, Gotti Tedeschi reciba una llamada de apoyo por parte del Papa Francisco, o mejor aún, un encuentro entre el banquero y el Papa en el que, de modo público y visible, el Papa muestre que Ettore Gotti Tedeschi nunca actuó de forma censurable. Sería un gesto precioso y Gotti Tedeschi, después del calvario que ha pasado estos dos años, se lo merece.