Jesucristo es más que Salomón y es más que Jonás. Jesucristo es Dios. Y a El vamos por la fe, sin necesidad de milagros. No necesitas, Señor, probarnos quién eres porque te creemos y te queremos. Nos fiamos de tu palabra. ¡Tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! Pero... nadie mejor que El mismo para hablarnos de su persona. Escucha lo que Él dice de sí mismo y medita:

 

-          “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

-          “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, aunque muera vivirá”.

-          “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo”.

-          “Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no ca¬mina en tinieblas”.

-          “Yo soy la puerta de las ovejas... si uno entra por mí estará a salvo”.

-          “Yo soy el buen pastor... y doy mi vida por las ovejas”.

-          “Yo soy el Cristo, el Hijo de Dios bendito”.

-          “Yo, que hablo contigo, soy el Mesías”.

-          “Yo soy manso y humilde de corazón”.

-          “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, quien está unido a mí da mucho fruto”.

-          “Me llamáis maestro y Señor y lo soy”.

-          “Yo soy rey... mi reino no es de este mundo”.

-          “El Padre y yo somos una sola cosa”.

-          “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre... yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”.

-          “Quien cree en mí tiene vida eterna”. La fe nos lleva a reconocer a Cristo como a Dios, a verle como nuestro Salvador, a identificarnos con El, obrando como El obró. El Resucitado, después de sacar al apóstol Tomás .de sus dudas, mostrándole sus llagas, exclama: Bienaventurados aquellos que sin haberme visto creyeron (Jn. 20, 29)” (J. Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 196).

 Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com