João Cidade Duarte nace en la portuguesa localidad de Montemor o Novo (Montemayor el Nuevo) el día 8 de marzo de 1495 en una familia muy humilde. Tanto que bien jovencito tiene que abandonar a sus padres para servir como pastor, cosa que hace en España, concretamente en la ciudad de Oropesa en la provincia de Toledo, en la casa de Francisco Cid Mayoral.
 
            A la edad de 27 años, Juan Ciudad se alista en los ejércitos del Emperador, primero en la defensa de Fuenterrabía contra el Francés en las huestes del Capitán Juan Ferruz, donde por cierto, su descuido en cuidar un depósito a poco le cuesta la horca, y luego con el Conde de Oropesa en la defensa de Viena contra el Turco en 1532.
 
            De vuelta en la península, retorna a sus pagos natales, donde conoce que sus padres han muerto. Embarca para África, y en el barco conoce y entra al servicio de la familia Almeyda, que marcha al destierro en Ceuta al que le enviaba el Rey de Portugal, con tan mala suerte que ya en Ceuta, la entera familia enferma y cae en desgracia, a punto tal, que vive toda del salario que Juan obtiene trabajando en la reconstrucción de la muralla de la ciudad.
 
            De Ceuta pasa Juan a Gibraltar, donde se hace vendedor ambulante de libros y estampas. Y de Gibraltar a Granada. Hallándose de camino a la que fuera bellísima capital del reino nazarí, se cuenta que topa con un niño muy pobre (¿el Niño Jesús?) y que al acercarse a ayudarlo, el niño le dijo “Granada será tu cruz”.
 
            El 20 de enero de 1539, teniendo Juan 43 años, se produce el hecho que transforma su vida. Mientras escuchaba el sermón predicado por San Juan de Ávila (recientemente nombrado doctor de la Iglesia por Benedicto XVI y de quien puede Vd. conocerlo todo pinchando aquí), se produce en él una conversión similar a la de San Francisco de Asís, despojándose de todos sus bienes y vagando desnudo por la ciudad. Es internado en el Hospital Real, donde conoce el amargo mundo de la indigencia, la locura y la enfermedad, y de la crueldad con la que eran tratados pobres y enfermos. Al abandonar el hospital el propio Juan de Ávila le ordena peregrinar a Guadalupe, donde promete a la hermosa Virgen guadalupana entregar su vida a pobres y enfermos.
 
            De vuelta en Granada, Juan inicia su actividad hasta que puede alquilar una casa en la calle Lucena, en la que monta su primer hospital que financia pidiendo por las noches al grito de “¡Haced el bien hermanos y para vuestro bien!”. Crece su fama, hasta el punto de que el obispo le impone el nombre de Juan de Dios. El propio obispo le entrega una túnica negra que es la que vestirán los llamados Hermanos de Juan de Dios de la fundación que crea para gestionar los hospitales que va levantando.
 
            Se cuenta que tras producirse el incendio de uno de sus hospitales, él mismo evacúa a los enfermos sin sufrir quemadura alguna.
 
            Se suceden doce años de intensa actividad que finalizan de modo abrupto cuando un buen día, Juan de Dios muere en Granada a consecuencia de la pulmonía que le sobreviene tras lanzarse al río Genil para salvar a un joven hermano de su orden que tras caer al río mientras buscaba leña se ahogaba. Acontece su muerte, de rodillas ante una imagen de Jesús, el mismísimo día en el que cumplía 55 años, es decir el 8 de marzo de año 1550, por lo que no es casual que cuando es canonizado el día 16 de octubre de 1690, el Papa Alejandro VIII fije su onomástica precisamente tal día como hoy, el mismo en el que nació y murió, el 8 de marzo.
 
            Enterrado en el convento de la Victoria de Granada, el 28 de noviembre de 1664 sus restos son trasladados a la iglesia del Hospital de San Juan de Dios, en Granada, donde se encuentran actualmente.
 
            La obra de San Juan de Dios no cesa con su muerte, sino que muy al contrario, se extiende por los cinco continentes, con mil quinientos hermanos hoy día y doscientas dieciséis casas repartidas por todo el mundo, gracias también a la labor fecunda de discípulos como Antón Martín, su sucesor al frente de la orden y creador del Hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios en Madrid.
 
            Desde el punto de vista asistencial y científico, Juan de Dios se convierte en un verdadero innovador de la asistencia hospitalaria, y sobre todo de las enfermedades psiquiátricas, con conceptos basados en la dignidad y los derechos del enfermo sin parangón en su época.
 
            Dicho todo lo cual, nada tiene de particular que San Juan de Dios sea, como se dice en el título de este artículo, patrón de los enfermos. Pero no sólo, porque lo es también de los hospitales, de los enfermeros, y hasta de los bomberos (por el incendio del que rescata a los enfermos), y de los vendedores de libros (por la profesión que desempeña durante una época de su vida). Es además copatrón de la ciudad de Granada en la que realizó su obra y vino a morir, tanto que el fruto de la granada es uno de los atributos con los que acostumbra a venir retratado. Y por supuesto con un enfermo entre sus brazos.
 
 
            ©L.A.
            Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día, o bien ponerse en contacto con su autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es
 
 
 
Otros artículos del autor relacionados con el tema
(haga click en el título si desea leerlos)
 
De San Antón, patrón de los animales, hoy día de su festividad
De San Francisco de Sales, santo patrono de escritores y periodistas, en el día de su onomástica
De San Raimundo de Peñafort, patrón de los abogados, en el día de su festividad
De San Juan de Avila, próximo doctor de la Iglesia, uno de los grandes anuncios del Papa en la JMJ
De San Pedro Nolasco, fundador de los mercedarios, en el día de su festividad