Cuando leo o escucho que un sacerdote, religioso, religiosa o laico se vale de su posición en los medios de comunicación para regañar, catalogar o descalificar a los hombres y mujeres que buscan vivir el Evangelio a partir de lo que enseña el magisterio de la Iglesia, siento la necesidad de hacerles llegar un mensaje claro y concreto: “por esa fe que a ti te parece fuera de época, absurda y fanática, muchos han dado su vida en circunstancias heroicas. Por lo tanto, la próxima vez que te sientas el único intérprete del cristianismo, acuérdate de los que estuvieron antes que tú. Ellos supieron amar, defender y, sobre todo, vivir la verdad que Jesús enseñó y que siempre tiene algo valioso que decir a cada generación. Recuerda que nadie ha muerto por el relativismo que te ha llevado a tantas conferencias acríticas, porque es una propuesta que -al contradecirse a sí misma- no vale la pena y mucho menos la vida”. Los mártires nos enseñan la importancia de mantener viva nuestra identidad cristiana, sabiendo dialogar con los que piensan diferente y así garantizar la paz.