Al final, al final de todo... nos damos cuenta de que lo único que cuenta es Dios Creador y uno mismo.
 
Al final, al final de todo... descubrimos que estamos a solas con el Solo, y que eso es lo único que vale y que sustenta la existencia.
 
Lo demás, en tanto en cuanto; lo demás, en Dios, por Dios, desde Dios, pero sin endiosar absolutamente nada (ni a nadie, claro): Dios, Dios, Dios.
 
 
Es una percepción nueva y liberadora: a solas con su Señor, así anda el cristiano que de verdad camina. Y quien no lo descubre, vive fuera de sí mismo, endiosando e idolatrando a cualquiera y cualquier cosa.
 
La experiencia personal de Newman fue así:
 
"Cuando tenía 15 años (en otoño de 1816) se produjo un gran cambio en mis pensamientos. Caí bajo la influencia de una creencia definida y en mi intelecto se imprimió lo que era el dogma, y eso, gracias a Dios, nunca se ha borrado ni oscurecido.
...Creí que la conversión interior de la que era consciente (y aún ahora, estoy más seguro de ello que de tener pies y manos) seguiría en mi vida futura y había sido elegido para la gloria eterna... Esta creencia influyó... en que concentrara todo mi pensamiento en los dos seres -y sólo en los dos seres- cuya evidencia era absoluta y luminosa: yo mismo y mi Creador" (Apol. 3, 107.108).

Realmente, Dios es más que un "objeto" para el estudio, la reflexión o el discurso; es el "sujeto" de un encuentro, en lo más íntimo, que lo va a transformar todo.
 
Es un proceso, diríamos, en dos momentos: el primer instante es descubrirse a sí mismo como sujeto que busca y tiene una guía, la conciencia, para llegar a la Verdad; es ser conscientes, esto es, descubrir la propia conciencia.
 
El segundo momento del proceso, después del descubrimiento de la propia conciencia, es el descubrimiento de una Presencia misteriosa en lo más hondo de la conciencia de sí mismo.
 
Este proceso incluye algunos elementos (en la experiencia de Newman):
 
comprendemos "poco a poco que no existen más que dos seres en todo el universo, nuestra alma y el Diso que la ha hecho" (PPS I 2,20)
"Solus cum solo: sólo Dios crea; sólo Él ha redimido; morimos ante su temible mirada; nuestra bienaventuranza eterna está en su conemplación" (Apol. 8, 288)
"si no puedo encontrar la alegría al pensar en Él, no tendré a nadie más en quien encontrar alegría. En lo que a mí respecta, no me quedarán más que dos seres en el mundo: Dios mi alma" (MCD III 1, 327).
 
Aquí entra de lleno el don de la fe y sus consecuencias vitales:
 
"¿Qué se entiende por fe? Es percibir con toda sinceridad que somos criaturas de Dios... Tener fe en Dios es someterse uno mismo a Dios, entregarle humildemente nuestros intereses... a Él, que es el dador soberano de todo bien" (PPS III 6, 79-80).
 
La fe descubre -¡reconoce!- la Verdad, por eso el cristianismo es dogma. Se alcanza la Verdad, se vive en ella. Reducir el cristianismo a moral-ética o a mero sentimiento (explosiones religiosas, sentimentalismo) es acallar la conciencia y la Presencia de Dios y pervertir o desfigurar el cristianismo.