Una de las características fundamentales de la Reforma Protestante que arranca sus pasos cuando el fraile agustino Martin Lutero clava sus llamadas “Noventa y cinco tesis” en la puerta de la catedral de Wittemberg el 31 de octubre de 1517, es lo que en terminología protestante cabe denominar “la abolición del papado”, en otras palabras, la desaparición de una autoridad única para la dirección de todos los cristianos del mundo. Ello provocará la irrupción a lo largo y ancho de todo Europa primero, y de todo el mundo después, de una serie de iglesias de ámbito nacional o incluso menor, carentes por lo tanto de una unidad de criterio, de una autoridad única uniformadora y hasta de los simples foros en los que realizar la puesta en común de las cuestiones acuciantes.
 
            Algo que declarado o no, reconocido o no, terminó representando para las iglesias procedentes del movimientos centrífugos surgido al hilo de la Reforma de Lutero una dificultad añadida, la cual se intentó paliar mediante la creación de una serie de foros y organizaciones, entre las cuales quizás la más importante sea, precisamente, la Alianza Evangélica Mundial, más conocida por su nombre en inglés World Evangelical Alliance, una más de la vasta red de asociaciones de la misma índole, entre las cuales la Comunión Anglicana, la Federación Mundial Luterana, la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas, el Consejo Mundial Metodista o la Alianza Baptista Mundial entre otros.
 
            La historia de la Alianza Evangélica Mundial (AEM) arranca cuando en 1846 casi un millar de representantes de las iglesias reformadas de once países, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Gales, Suecia, Alemania, Francia, Holanda, Suiza, Estados Unidos y Canadá, pertenecientes a 53 “cuerpos de iglesias”, se reúnen en el Freemason Hall de Londres. Pero su fundación no data sino del año 1951, en que se reúnen las autoridades de las iglesias de veintiún países, esta vez en Holanda.
 
            En la actualidad, la AEM reúne a iglesias evangélicas de más de 129 naciones, con una red de más de cien organizaciones internacionales, que pretende uniformar criterios y constituirse en plataforma de, según ellos mismos dicen, los más de seiscientos millones de cristianos evangélicos o protestantes existentes en el mundo.
 
            Con sede en Nueva York, su órgano de gobierno es el Consejo Ejecutivo, y tiene una Asamblea General que se reúne cada cuatro años y elabora un programa para la Alianza, ejecutado a través de la oficina del Director Internacional, y por el personal de diversas comisiones de la AEM y departamentos ministeriales.
 
            En el ámbito del diálogo ecuménico alentado desde la misma Iglesia Católica, la Alianza Evangélica Mundial mantiene contactos con el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad Cristiana de la Santa Sede, al que algún día hemos de dedicar, por cierto, una entradita en esta columna.
 
 
            ©L.A.
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