Empiezan a llegar a España casos de afectados por el demonio… ¡en Alemania! Así, como suena. Personas desesperadas, con nombres y apellidos, que relatan sus testimonios sin perder la esperanza de que un exorcista español pueda colmarles de bendiciones.
 
Con razón, denunciaba ya don Gabriele Amorth la inexistencia casi absoluta de exorcistas en el país bávaro, donde no quieren ni oír hablar del demonio.

Y como Alemania, otras muchas naciones de la “Nueva Europa” carecen de un sacerdote que ahuyente al diablo; sencillamente porque sus obispos no creen en su existencia, por más que sea un dogma de fe proclamado en los Santos Evangelios.

Los exorcistas son así hoy, para satisfacción del Maligno, una especia casi extinguida.

Desde luego donde no quieren ni oír hablar del demonio es en la archidiócesis de Friburgo, en el sur de Alemania, donde las autoridades eclesiásticas fomentan la comunión a los divorciados en un intolerable desafío primero a Dios y luego al Vaticano.
¿No es acaso un sacrilegio administrar la Sagrada Comunión a personas que conviven en pecado mortal apelando a la Misericordia?
  
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