La existencia es auténtica sólo en la medida en que apunta a algo que no es ella misma (Viktor Frankl)

 

La vida secreta de Walter Mitty cuenta la historia de un hombre gris. Una persona que trabaja revelando las fotos que publica la revista Life. Su vida es monótona, rutinaria, aburrida, por eso, con frecuencia se evade. Deja que su imaginación vuele soñando con grandes aventuras que haga de su vida algo distinto.

Walter Mitty es un hombre común, como tantos otros. Y, como tantos otros, piensa que su vida sólo tendrá sentido si realiza una hazaña increíble. En el caso del protagonista de la película, lo consigue. Tiene que recuperar el negativo de una foto que, según el fotógrafo que la ha hecho, refleja de modo extraordinario el espíritu de la revista Life. Walter cumple su sueño, pero al final tiene que volver a su vida rutinaria. Cuando ve esa foto que pensaba que era extraordinaria descubre que lo extraordinario es, precisamente, lo que hace todos los días.

Pensamos que nuestra vida es tantas veces rutinaria. Siempre lo mismo. Y lo mismo parece que cansa, aburre. ¿Quién no ha dejado volar la imaginación, más de una vez, soñando con grandes aventuras, o con una vida distinta? Necesitamos buscar algo grande, extraordinario, porque lo de todos los días es monótono, gris. Sin embargo, parece que eso nunca llega y lo cotidiano es como una repetición de la película “Atrapado en el tiempo”, donde todos los días son iguales.

Entonces, ¿qué hace que una vida sea plena? Quien vive de la fe, de la esperanza y del amor, descubre que lo de cada día, lo cotidiano, lo que a otros les parece rutinario, es un camino que le conduce a una felicidad plena. No espera cosas extraordinarias, porque sabe que cada día Dios es capaz de sorprenderle. El creyente sabe que uno no puede esperar a que la felicidad venga a llamar a su puerta, sino que la felicidad la construye él mismo, con la gracia de Dios, sólo con que ponga un poco de amor en todo lo que hace.

Y sólo quien se deja sorprender por Dios tiene la seguridad de que esa deseo de plenitud se hará realidad. ¿Cuándo? ¿En qué momento? Da igual. Espera sin desesperarse, porque sabe que un día podrá decir, como el anciano Simeón: “Ahora, Señor, según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador…”.

¿Qué significado tiene la vida del hombre o, en realidad, la de cualquier criatura? Tener una respuesta a esta pregunta significa ser religioso. Tú preguntas: ¿Tiene algún sentido, pues, plantear esta pregunta? Yo contesto: Aquel que considera su vida y la de sus semejantes carente de sentido no solo es desdichado, sino poco hecho para la vida?[1].


[1] Albert Einstein, Mis ideas y opiniones, 35