Un buen amigo me avisó de que acababan de hacerse público, dentro del Anuario Estadístico del Ministerio de Educación, los datos de alumnos que cursan Religión Católica. Y no pueden ser más reveladores… y devastadores.

La media española de alumnos matriculados en Religión Católica en los colegios públicos se sitúa en:

En la enseñanza privada, en su inmensa mayoría católica, y que escolariza al 32% del alumnado español (2,3 millones de alumnos en toda España) los alumnos cursan Religión Católica de modo obligatorio, con lo que el porcentaje en Primaria y Secundaria se sitúa en torno al 85%. Los porcentajes señalados arriba muestran el porcentaje de alumnos que realmente eligen la asignatura de Religión Católica en la enseñanza pública, que escolariza a 5 millones de alumnos, un 68% del total.

Pero si la foto de 2011, año del que ahora tenemos los datos, la comparamos con la foto de hace diez años, comprenderemos mejor qué está sucediendo en España:

En una década, la matriculación en Religión Católica en centros públicos ha caído una cuarta parte.

Como uno es catalán y le tira la tierra (y le preocupa aquello que ama), me he entretenido en ver la evolución de estas cifras en Cataluña. Y si los resultados en el global de España son devastadores, en Cataluña lo son aún más:

Como se ve, Cataluña se caracteriza por caídas superiores incluso a las muy fuertes del total de España, con la excepción de Bachillerato donde ya no se puede caer más porque ya casi nadie cursa la asignatura. Esto sitúa a Cataluña como la región en la que menos alumnos se matriculan en Religión Católica de toda España, un dato que tendría que dar mucho que pensar y que evidencia los resultados de una pastoral volcada en cuestiones identitarias pero poco, poquísimo, evangelizadora.

Ya sé que estos datos pueden matizarse, que incluso hay casos en los que es mejor que los alumnos no se matriculen en una asignatura que puede hasta confundirlos más, que el hecho de matricular a tu hijo en religión católica no significa de modo automático un compromiso con la fe y puede obedecer a motivos sociológicos. Todo esto es cierto, pero también es verdad que estos datos son muy preocupantes y que, sumados a otros (porcentaje de matrimonios por la Iglesia, práctica dominical, etc.) arrojan una imagen de una sociedad, la española, crecientemente secularizada y en la que la fe y la cosmovisión cristianas están cada vez menos presentes. Y en el caso de la sociedad catalana, donde ya sólo es un residuo cada vez más minoritario y anecdótico.

No debiéramos continuar como si nada estuviera pasando.