La oración del Avemaría, por el contrario de lo que ocurre con el Padrenuestro, termina siendo una oración privativa de los católicos. Contribuyen a ello razones de tipo histórico, muy evidentes en el caso de los ortodoxos, y razones de tipo dogmático, muy notorias en el caso de los protestantes. Pues bien, después de analizar hace unos días las razones por las que los ortodoxos no rezaban el Avemaría  (pinche aquí para conocerlas), toca hoy analizar aquéllas por las que tampoco lo hacen los protestantes.
 
            Tuvimos ocasión de comprobar en su día que el Avemaría no está definitivamente configurado hasta que tras el Concilio de Trento, San Pío IV fija y consagra su texto en 1568 (pinche aquí si desea rememorarlo). Para cuando se produce el cisma protestante el Avemaría está ya muy consolidado y extendido, por lo que aquí, por el contrario de lo que vimos cuando hablábamos de los ortodoxos, su no práctica en el ámbito de las iglesias reformistas no tiene que ver con su participación más o menos intensa en su elaboración a lo largo de la historia, sino con razones verdaderamente teológicas. Es decir, si en el caso ortodoxo se puede afirmar que sus fieles “nunca llegaron” a pronunciar el Avemaría, en el caso protestante hay que decir que, bien al contrario, “dejaron” de pronunciar el Avemaría.
 
            Aunque la posición de Lutero hacia María tiene mucho de versátil y de voluble, y sufre una notoria evolución a lo largo de sus escritos, su conclusión final por lo que al Avemaría se refiere es que mientras no halla el menor problema en honrar a María con las salutaciones lucanas, sí lo halla en cambio en pronunciar las peticiones que contienen la segunda parte del Avemaría, cuyo texto otorga a María un papel mediador e intercesor entre Dios y los hombres que Lutero niega vehementemente: a la Iglesia, a los santos, pero también a la mismísima madre de Dios, maternidad que, por cierto, no le regatea el reformador alemán a María.
 
            Entre lo mucho que Lutero escribió sobre María, probablemente sea ésta, recogida en su “Libro de Oración Personal” escrito en 1522, la más clara por lo que al Avemaría se refiere:
 
            “Lo que el Ave María dice es que toda gloria debe ser dada a Dios, usando estas palabras: “Dios te salve, María, llena eres de gracia. El Señor está contigo; bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesucristo. Amén!”. Se puede ver que estas palabras no consisten tanto en una oración como en una pura alabanza y honor”.
 
            Palabras en las que observamos que Lutero llega un poco más lejos que los ortodoxos, al aceptar los vocativos “María” y “Jesús” que introduce el Papa Urbano IV, aunque desposee a la oración de toda su segunda parte, aquélla que incluye las exhortaciones a María relativas a su papel intercesor ante Dios.
 
 
            ©L.A.
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