El título del post parte de una anécdota que ilustra perfectamente la desinformación de muchos católicos. Era un viernes cualquiera y, mientras cenaba con mis amigos para desconectarme un poco del trabajo de la semana, una amiga –que se identifica como católica- me platicó que tenía muchas ganas de aprender a meditar en algún país asiático, haciendo alusión a la película –protagonizada por Julia Roberts- “Comer, rezar y amar”. El caso es que nos pusimos a platicar sobre la meditación; sin embargo, fue sorprendente lo que dijo al comenzar: “los católicos no meditamos, mientras que los hindúes y budistas sí”. Después de escucharla, traté de hacerle ver que estaba equivocada; sin embargo, me contestó nuevamente que nosotros solamente rezábamos. Entonces, fui un poco más preciso, tajante, y le dije que no es lo mismo rezar que meditar, pues el primer caso se refiere a una oración previamente estructurada, mientras que el segundo implica profundizar en lo que se está leyendo o reflexionando; es decir, iluminar la propia vida a partir del evangelio. Entre otras cosas, aproveché para explicarle qué es la lectio divina. Al cabo de unos minutos, fue entrando en razón. Incluso le pasé un pensamiento de San Agustín que dice así: “la oración es el encuentro entre la sed de Dios y la sed del hombre”. Le gustó y hasta me pidió más información sobre él.

 La historia deja en evidencia cuatro puntos:

PRIMERO: Las parroquias, movimientos y, sobre todo, los colegios católicos están fallando, algo no están –o estamos- haciendo bien. Falta una mejor formación a partir de la fe y, por supuesto, de la razón. No se trata de saturar a las nuevas generaciones, sino de informarlas sobre lo que significa pertenecer a la Iglesia Católica.

SEGUNDO: Dar a conocer el valor de la adoración eucarística. ¿Puede haber meditación más profunda que la que se da ante Jesús presente en la Eucaristía?

TERCERO: Rezar está bien; sin embargo, las oraciones preestablecidas tienen que llevarnos a la meditación y, posteriormente, a la contemplación; es decir, pasar del hablar al estar con Dios.

CUARTO: Hay que saber respetar las diferentes religiones; sin embargo, la tolerancia no significa que debamos callar u ocultar la riqueza de nuestra identidad como católicos. ¿Para qué buscar fuera lo que ya se tiene dentro de la Iglesia? Con la oración y los sacramentos, el yoga no hace falta.  

La nueva evangelización, desde la necesaria inculturación, tiene que retomar el sentido y alcance de la vida espiritual. El que tantos católicos y católicas estén desorientados se debe a la falta de buenos catequistas y/o comunicadores. Poco a poco, es posible salir del problema. Lo importante es llevar a cabo una crítica constructiva y, desde ahí, empezar a aclarar todas las dudas que vayan surgiendo. En otras palabras, inspirar confianza para que nadie se sienta rechazado por más confundido que se encuentre. De una película –como fue el caso de la anécdota- es posible dar paso a una plática amena, cercana, interesante y, sobre todo, capaz de aclarar los puntos pendientes.

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