Si hay un momento del año en el que san José toma protagonismo es durante el Adviento y, muy especialmente, durante la Navidad. Porque, aunque algunas postales navideñas se empeñen en lo contrario, José estaba allí. Y no jugó un papel de mero comparsa, sino que su intervención fue crítica. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera repudiado en secreto a María y la hubiera repudiado legalmente? ¿Qué hubiera pasado si no hubiera obedecido a los ángeles? San José, con sus actos, expresa la misma disponibilidad ante la gracia de Dios que su esposa María y acepta todos los problemas, todos los sinsabores, todos los peligros, para hacer posible que las promesas de Dios se cumplan. Por no hablar de que el Mesías es hijo de David, y Jesús lo es a través de san José, de la estirpe davídica.

Peter J. Leithart ha escrito un interesante artículo en First Things sobre san José y su papel en la Navidad que recomiendo. Allí señala algunos puntos que creo que merecen nuestra atención:

Leithart sigue con interesantes paralelismo, llegando a la conclusión de que en la vida de san José se recapitula la historia de Israel. Así pues, el último patriarca encarna a Israel y ve cumplidas las promesas hechas a su pueblo por Dios, que le ha elegido para que su Hijo se encarne en su genealogía davídica, tal y como había prometido.