Si el pasado día 3 veíamos el significado de la palabra “amén” (pinche aquí si todavía no lo conoce y desea hacerlo), toca hoy conocer el de otra palabra algo menos utilizada pero no por ello menos curiosa: “aleluya”. Po cierto, que no se moleste Vd. en buscarla en el Evangelio, aún a pesar de lo presente que se halla en el lenguaje cristiano y lo asociada que la tenemos los cristianos con “alegría”, “felicidad”, o incluso “gloria”, ni tampoco en ningún otro libro del Nuevo Testamento, porque no la encontrará, a no ser en el Apocalipsis que lo utiliza, eso sí, en una única ocasión:

            “Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: ‘¡Aleluya!’” (Ap. 19, 1).

            En el Antiguo Testamento, la expresión como tal aparece diecinueve veces pero sólo en dos libros. Una primera y única vez en el libro de Tobías, en el que leemos:

            “Las plazas de Jerusalén serán soladas con rubí y piedra de Ofir; las puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo Nombre por todos los siglos de los siglos” (Tb. 13, 17)

            Y luego dieciocho veces más en los Salmos, diecisiete de ellas para dar comienzo a alguno de los ciento cincuenta que componen la colección, y una más para cerrarla.

            En la traducción Septuaginta en griego y en el original griego del Apocalipsis se transcribe como “Allelouia”. La Vulgata latina lo presenta como “Alleluia”. La expresión estaría compuesta por la forma verbal de aclamación divina “Allelu” y por el pronombre divino “la” y se traduciría por algo así como “¡Todo el honor a Él que es!”, “Gloria a Él que es”, relacionado con la expresión con la que Yaveh se presenta a Moisés como “Yo soy el que soy”.

 

 

            Sin duda alguna, la expresión perteneció a la liturgia hebrea inicial. Es probablemente una de las primeras fórmulas de fe monoteísta, como con toda probabilidad también se utilizaba para asentir jubilosamente, tanto que tal es el sentido con el que llega y con el que se queda en el lenguaje actual, hasta convertirse, prácticamente, en sinónimo de “alegría”. Lo cual no es óbice para que su significado tan especial lleve a los traductores del Antiguo Testamento, tanto a los griegos de la Septuaginta como a los posteriores latinos, a transcribirlo sin traducir, como sin traducir entra en la liturgia cristiana a pesar de que, como vemos, no es de uso profuso en ninguno de los dos testamentos.

            El Diccionario de la RAE es generoso en acepciones para la palabra, hasta dieciséis, que incluyen desde fórmulas poéticas, hasta platos gastronómicos y especies vegetales. Entresaco de la definición académica lo que a nuestro trabajo interesa:

            “Aleluya. (Del latín bíblico halleluia, y este del hebreo hallĕlū yăh, alabad a Dios).

            1. interj. U. por la Iglesia en demostración de júbilo, especialmente en tiempo de Pascua. U. t. c. s. amb. Cantar la aleluya, o el aleluya

            2. interj. U. para demostrar júbilo.

            3. m. p. us. Tiempo de Pascua.

            7. f. Noticia que alegra.

            8. f. Cada una de las estampas, con la palabra aleluya escrita en ellas, que, al entonar el Sábado Santo el celebrante la aleluya, se arrojaban al pueblo.

            9. f. Cada una de las estampas de asunto piadoso que se arrojan al pasar las procesiones.

            13. f. coloq. En algunas locuciones, alegría (‖ sentimiento grato). Hoy es día de aleluya

            16. com. coloq. Hond. Persona que profesa y practica alguna rama cristiana del protestantismo”.

 

 

            ©L.A.

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