Llevo varios días leyendo y escribiendo sobre santa Teresa. Oiga, mano de santo, o de santa más bien, para cualquier cosa: para caldearte, para sosegarte, para enardecerte, para serenarte, para confiar con paz, para emprender la acción con vigor, para divertirte, para hacerte pensar... Para rezar, sobre todo.
Valga esta prueba de ello, con una poesía de la que pocos saben que es más larga que la famosa primera estrofa.


Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.

 

Eleva tu pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.

 

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

 

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.

 

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;

fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

 

Ámala cual merece
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.

 

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

 

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.

 

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.

 

Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.


No se limiten a leerla. Récenla. Y ya me cuentan luego... Señoras, señoras, feliz semana de adviento.

José Antonio Méndez