Ha coincidido la visita del Príncipe Felipe a Estados Unidos con dos grandes aniversarios hispanos en un país cuyas dos terceras partes del territorio, como saben bien los lectores de este blog (), formó parte del de España: el primero ya lo conocimos el pasado 21, el descubrimiento de la Florida por Juan Ponce de León (); el segundo es el que nos disponemos a comentar hoy, el nacimiento del colonizador y evangelizador de la Alta California, Fray Junípero Serra.
  
 

           Miguel José Serra Ferrer nace en Petra, en la isla de Mallorca, el 24 de noviembre de 1713, hace por lo tanto hoy trescientos redondos años, hijo de Antonio Serra y de Margarita Ferrer, en una familia de modestos labradores, probablemente analfabetos, pero de profunda religiosidad.
 
            Mandan al hijo al convento franciscano de San Bernardino, y a los quince años de edad, asiste a las clases de filosofía en el convento de San Francisco de Palma.

            Sólo un año después viste el hábito franciscano en el convento de Jesús, y el 15 de septiembre de 1731 pronuncia los votos religiosos, cambiando su nombre por el de Junípero, en honor de uno de los primeros compañeros de San Francisco de Asís, el que le cortó a un cerdo la pata para dársela a un enfermo.
 
            Gana por oposición la cátedra de filosofía en el convento de San Francisco, impartiendo clases entre 1740 y 1743, pasando luego a ocupar la cátedra de teología escotista en la famosa Universidad Luliana de Palma de Mallorca. Pero a pesar de la gran destreza intelectual que en todo momento exhibe, Junípero añora otra clase de vida, la de la misión. Así que con veintiséis años de edad, y junto con otros veinte franciscanos, abandona España para siempre y parte hacia Nueva España (Méjico), llegando a la ciudad de Méjico a pie desde Veracruz, travesía durante la cual, la picadura de un insecto le dejará una dolorosa cojera que le acompañará ya para siempre.
 
            Su primer destino será Jalpán de Serra -que no se llama "de Serra" por casualidad-, en la Sierra Gorda de Querétaro, donde durante nueve años evangeliza y educa a los indígenas pames o xi’úi, cuya lengua aprende, y levanta la preciosa catedral de hechuras mudéjares y churriguerescas que la ciudad exhibe hoy orgullosa, no es para menos.

 
            Estando en Méjico le sorprende la expulsión en 1767 de los jesuitas de todos los reinos españoles emitida, probablemente en craso error, por Carlos III, la cual obliga a las demás órdenes presentes en el Nuevo Mundo a cubrir el hueco dejado por aquéllos. Concretamente la misión de las Californias la cubren los franciscanos, que envían a dieciséis frailes, entre los cuales Junípero. Llegados a Nuestra Señora de Loreto, la urgencia de España de ocupar el territorio ante los rumores de que los rusos pretendían tomar posesión, y la imparable vocación misionera de nuestros franciscanos, determina a éstos a explorar la Alta California, entrando en contacto con tribus muy rudimentarias, que apenas se visten de pieles, practican la recolección de frutos y raíces silvestres, la caza y la pesca, y se comportan además, de un modo muy agresivo.
 
            Fray Junípero y sus compañeros realizan la primera fundación española en la Alta California, San Diego de Alcalá, en 1769, a la cual siguen otras nueve, San Carlos en Carmelo, San Antonio, San Gabriel, San Luis Obispo, San Francisco, San Juan de Capistrano, Santa Clara y San Buenaventura, iniciándose además la de Santa Bárbara, que Junípero no llega a ver terminada, primeras de las hasta veintiuna fundaciones que llegan a realizar los franciscanos españoles, entre las cuales Los Angeles o Sacramento. La evangelización de los indios irá indisolublemente unida a la enseñanza de las nociones elementales de la civilización: agricultura, ganadería y las más elementales profesiones, albañilería, carpintería, herrería; así como cocina, costura y tejidos las mujeres.
  

           La muerte sorprende a Fray Junípero en la Misión de San Carlos Borromeo, que él mismo fundara, en Monterrey, en el territorio del actual Méjico, el 28 de agosto de 1784. No tiene aún setenta y un años. Descansan sus restos en la basílica de la misión. El Papa Juan Pablo II lo beatifica el 25 de septiembre de 1988.
 
            Fray Junípero tiene una de las cien estatuas de hombres ilustres de la nación estadounidense del National Statuary Hall del Capitolio norteamericano, por cierto, la única dedicada a los muchos españoles que forjaron el territorio y el destino de lo que hoy son los Estados Unidos de Norteamérica; y de otra, en la plaza de los Fundadores de la Ciudad, en Querétaro, Méjico.
 
 

           Tanto España como el gobierno de Estados Unidos han honrado su memoria dedicándole un sello postal. En San Diego existe todo un Museo de Junípero Serra. Y su nombre adorna las calles de ciudades tan importantes como las españolas Madrid, Barcelona, Valencia o esa Palma de Mallorca en la que pasó sus años juveniles, y también norteamericanas, como en San Francisco, Santa Bárbara o Ventura, así como el de bibliotecas, edificios, centros educativos, españoles y también norteamericanos, como en Gardena o San Mateo, etc..
 
 
            ©L.A.
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