La gran pasión de la hermana predilecta de José Antonio, parafraseando el título de mi libro La pasión de Pilar Primo de Rivera (Plaza y Janés), que acaba de ponerse a la venta en toda España, siempre fue Dios.
 
En línea con su devoción, Pilar entró en contacto con el monje benedictino Justo Pérez Santiago (de Urbel por el lugar de origen: Pedro de Río Urbel, en la provincia de Burgos, donde había nacido el 8 de agosto de 1895), cuyo papel resultaría decisivo en la formación religiosa de la Sección Femenina.

Como hombre de Dios, fray Justo Pérez de Urbel tendió siempre la mano a todas las almas, sin excepción.
Incluida la del poeta Rafael Alberti, afiliado al Partido Comunista en 1931 y secretario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas en plena Guerra Civil, durante la cual llegó a entrevistarse con Stalin en Moscú, en 1937.

Pues bien, Alberti trabó amistad con el padre Justo, como lo prueba esta carta desconocida que figura entre los papeles privados del monje benedictino.
Datada por el poeta el 8 de agosto de 1929, dice así:
 
“Querido Fray Justo:
“Dentro de poco, irá a visitarle un buen amigo mío, que quisiera quedarse en ese maravilloso monasterio unos cuantos días. Yo le he hablado mucho de usted, de cuando le visité con mi hermano hace ya tiempo. Tiene verdaderos deseos de conocerle, hacer vida monacal, y pasearse por ese claustro bajo, donde se muere de frío en un rincón la Virgen de Marzo.
“Tengo la certeza de que simpatizará con él y se hará muy amigo suyo. Se llama José Emilio Herrero y es un jovencísimo poeta, gran amigo de Berceo, cuyos códices le interesarán mucho.
“¿Le molestaría a usted escribirme diciéndome si ahora es buena época para visitarle y si dispone de habitación para unos días? Mis señas: “Casa del Cocinero. Guadarrama”.
“Mi amigo le llevará algunos libros míos últimos que usted no conoce.
“Saludos al Padre Abad. Y a Fray David, que no he olvidado que se negó a revelarme el secreto del licor benedictino.
“Le abraza su amigo,
 
RAFAEL ALBERTI.”
     

Cinco años antes de esta sentida epístola, el 25 de agosto de 1924, el mismo año en que compuso su mejor obra, Marinero en Tierra, que le valió el Premio Nacional de Literatura, Alberti dejó estampados a vuelapluma estos versos en el Libro de Visitas de Silos, dedicados a la Virgen de Marzo:
 
¡Tan bonito como está,
Madre, el jardín, tan bonito!
¡Déjame bajar a él!
-¿Para qué?
-¡Para dar un paseíto!
-Y, mientras, sin ti, ¿qué haré?
-Baja tú a los ventanales;
Dos blancas malvas reales
En tu seno prenderé.
¡Déjame bajar, que quiero,
Madre, ser tu jardinero!
 
Ante la inminente derrota del Ejército republicano, Rafael Alberti abandonó España con María Teresa León. El matrimonio residió al principio en París, en casa de Pablo Neruda y Delia del Carril, junto al Sena.

El 27 de abril de 1977, tras treinta y ocho años de exilio, Alberti regresó por fin a España. Y nada más descender por la escalerilla del avión comentó, al parecer arrepentido:
 
“Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en señal de concordia entre todos los españoles”.

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