Uno de esos conocidos personajes bíblicos que incluso llegan a formar parte de la conversación diaria y de los que nadie o casi nadie sabe nada o casi nada es la famosa Reina de Saba, a la que imaginamos, porque debió serlo, bellísima, no sé, en todo caso, si tan bella como la encarnó una de las más preciosas actrices que jamás hayan filmado las cámaras, Gina Lollobrigida, que la interpretó en la magnífica película de "Salomón y la Reina de Saba", de King Vidor del año 1959. Razones todas ellas por las que la pregunta que hoy nos formulamos es: ¿quién fue la Reina de Saba? ¿qué sabemos de ella?
 
            La historia se halla rodeada de toda la magia y el encanto que rodea la figura del Rey Salomón, que la iconografía ha representado con todo colorido y generosidad, cabiendo, incluso, identificar a uno y otro personaje con otros dos personajes diez siglos posteriores como Julio César y Cleopatra, con los que el paralelismo es evidente, y hasta con Salomé y Herodes (). Y aunque no en demasiadas palabras, así nos la cuenta en el Antiguo Testamento el Libro I de los Reyes:
 
 
 

            “
La reina de Sabá oyó la fama de Salomón... y vino a ponerlo a prueba con enigmas. Llegó a Jerusalén con una gran fuerza de camellos que portaban perfumes, oro en gran cantidad y piedras preciosas. Se presentó ante Salomón y le planteó todo cuanto había ideado. Salomón resolvió todas sus preguntas. No había cuestión tan arcana que el rey no pudiera desvelar. Cuando la reina de Sabá observó la sabiduría toda de Salomón, el palacio que había construido, los manjares de su mesa, las residencias de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestimentas, sus coperos y los holocaustos que ofrecía en el templo de Yahvé, se quedó sin respiración y dijo al rey: «¡Era verdad cuanto oí en mi tierra acerca de tus enigmas y tu sabiduría! Yo no daba crédito a lo que se decía; ahora he venido y mis propios ojos lo han visto. ¡No me dijeron ni la mitad! Tu sabiduría y prosperidad superan con mucho las noticias que yo escuché. Dichosas tus mujeres, dichosos estos servidores tuyos que están siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría. Bendito sea Yahvé, tu Dios, que se ha complacido en ti y te ha situado en el trono de Israel. Por el amor eterno de Yahvé a Israel, te ha puesto como rey para administrar derecho y justicia.» Dio al rey ciento veinte talentos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras preciosas. Jamás llegaron en tal abundancia perfumes como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón. La flota de Jirán, la que transportó el oro de Ofir, trajo también madera de almugguim en gran cantidad, y piedras preciosas. Con la madera de almugguim hizo el rey balaustradas para el templo de Yahvé y para el palacio real, cítaras y salterios para los cantores. Nunca como entonces volvió a llegar madera de almugguim ni ha vuelto a verse hasta el día de hoy. El rey Salomón concedió a la reina de Sabá todos los deseos que ella manifestó, aparte de lo que le regaló con la munificencia regia propia de Salomón. Luego se volvió a su país, ella y sus servidores” (1Re. 10, 113).
 
            Relato que se repite prácticamente idéntico en el Libro II de las Crónicas (ver 2Cr. 9, 112).
 
            Llama la atención la semejanza de los presentes que porta la Reina de Saba con los que vemos portar a los magos de oriente: oro de los magos por oro de la reina; incienso de los reyes por perfumes de la reina: mirra de los reyes por piedras de la reina.
 
            Llama también la atención en el relato que la Reina de Saba carece de nombre más allá del que la caracteriza por su regia condición.
 
            Como lo llama finalmente que por el contrario que la reina de la que no conocemos el nombre, del reino no conocemos otra cosa que eso, el nombre, pero ni dónde estaba, ni cómo era. Los estudiosos tienden a situarlo en el sur de la Península Arábiga, en lo que hoy día constituye el territorio de Yemen. Un emplazamiento que, por cierto, habría servido para justificar con argumentos bíblicos la presencia indiscutible de judíos en las tierras de Etiopía, justo en la otra orilla del Yemen, el caul dará lugar a una epopeya tan interesante y curiosa como desconocida, el rescate de dichos judíos realizado por el estado de Israel en el año 1984. Pero eso, amigo lector, es harina de otro costal que no hemos de moler hoy y que moleremos otro día. Así que por aquí les veo una vez más.
 
 
            ©L.A.
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