Durante muchos meses, Los Legionarios de Cristo han estado en la cresta de la ola para la crítica y la descalificación. Su fundador, sin duda era digno de ella.

Para mí, lo sucedido en Los Legionarios de Cristo es una prueba de la sobrenaturalidad de la Iglesia. Un signo mayor que si el Papa Francisco resucitara un muerto.

Conocíamos Fundadores que fueron expulsados de sus Congregaciones.

Fundadores que abandonaron sus Congregaciones.

Fundadores con problemas concretos en que la Santa Sede ha tenido que intervenir.

Nos faltaba esto: un Fundador que, desde las primeras etapas del Instituto, lleve una doble vida, que se haga pasar por un santo para gran parte de sus hijos y que el carisma dé fruto abundante.

Por mi activad pastoral, he tenido que leer muchas vidas de santos, especialmente de Fundadores. He conocido toda clase de atropellos. El sufrimiento ha sido muy grande. Les han cambiado el nombre y el hábito de sus Congregaciones. Les han obligado a aceptar realidades contrarias a su espíritu. Les han prohibido relacionarse con sus hijos e hijas durante largos años, etc. etc.

Lo del P. Maciel pertenece a otro planeta.

El sufrimiento causado en muchos Legionarios y miembros de Regnum Christi ha sido inmenso. Aumentado por el escándalo público ante el pueblo de Dios y el escarnio de los esperaban una rendija para lanzarse como lobos sobre estos Hermanos.

Ante esta situación la Santa Sede intervino de inmediato.

Algunos comentaristas reclamaban la supresión de la Congregación. En España se profetizaba que si fallaban los miembros de una ilustre familia, los Legionarios desaparecerían. Nada de eso ha sucedido.

Un grupo de Legionarios abandonó el Instituto. Hicieron un discernimiento, en conciencia, y merecen todo respeto. Por cierto conozco varios incorporados en la Archidiócesis de Madrid que trabajan con aplauso de los fieles. Tienen muy buena formación: espiritual, científica y pastoral.

Ahora que están terminando la travesía del desierto, nadie se acuerda de ellos. Para mí en este suceso, posiblemente único en la Iglesia, Hay un signo de los tiempos extraordinario.

A los amigos Legionarios que he tratado durante este tiempo tan doloroso para ellos y para cuantos los queremos de verdad, siempre les dije: No tengáis miedo, os habéis confiado a la Iglesia, saldréis adelante.

Ellos, confiados en la Iglesia, han seguido con su apostolado. Han vivido este tiempo doloroso con más oración y penitencia. Han purificado sus vidas en la humildad.

Pero aquí están, llenos de vida y entusiasmo iniciando una nueva etapa con su Capítulo General a la vuelta de la esquina. Con un fundador lamentable que les comunicó un magnífico carisma. Podemos preguntarnos: “¿Cómo es posible que estas cosas sucedan? Si Dios pudo hablar por la burra de Balaán (Nm 22, 22-35)

Sentir con la Iglesia es siempre salvador.