Tengo dos sensaciones contrapuestas: por un lado pienso que a muchas mujeres les gustaría que su pareja “se lo currara” un poco más para conquistarlas; pero también tengo la sensación de que muchas de ellas les están diciendo -con su comportamiento- que no tienen que currarse nada.

Hablando con una chica me decía que estaba insegura porque su novio cada vez le exigía más sexo y, además, sin preámbulos. El novio le decía que como se querían, no tenían que estar con tantas caricias: hacían el amor y ya está.

- “Es que yo creo que se lo tiene que currar un poco más” concluía desengañada.
- ¿Qué se tiene que currar?, le pregunté
- “El tenerme a mí. Valorarme más. Que sea su novia”, dijo convencida.

No pasaron dos meses y ya lo habían dejado.

Pasado un tiempo volvimos a hablar. Estaba muy desencantada. Enfadada y llorando me dijo que le costaba mucho adaptarse a la desinhibición sexual que se exigía en su entorno para no perder a un chico que te gusta.

Me quedé pensando en lo que esta chica había sufrido – y en lo que había dado- para, al final, encontrarse tan incómoda consigo misma y, además, no conseguir su propósito de mantener al chico.

En mi opinión, una mujer por su modo de “estar”, por su forma de vestir y comportarse, está manifestando cómo quiere que se relacionen los hombres con ella y, por supuesto, también la persona con la que va a compartir su vida.

Yo creo que el pudor, la feminidad y la modestia conforman el misterio de la mujer que tan atractivo resulta para el hombre. Vivir en plenitud esa feminidad genera seguridad en la mujer y es una manifestación de autoestima.

Es como afirmar con el comportamiento: “Me considero tan valiosa que no voy diciendo, ni exponiendo, ni haciendo lo que no me parece bien; por mucha presión que tenga a mi alrededor”. Esto se nota en las mujeres hasta en la forma de presumir; lo hacen menos que los hombres, como si dijeran: “Sé identificar hasta dónde llegan mis logros".

El desengaño de muchas mujeres cuando no viven de acuerdo a lo que en el fondo creen, está ocasionando mucho sufrimiento evitable.

La presión es fuerte y parece que, cediendo a esa presión, resultará más fácil evitar la frustración. Y así, vemos a muchas mujeres manipuladas que les falta la plenitud que buscaban.

Desde este punto de vista la mujer es víctima de una manipulación y de diversos chantajes emocionales que acaban pasando factura. Cuando uno no se comporta como lo que es, antes o después se convierte en un perdedor.

En algunos aspectos hay que saber ir contracorriente para no dejar escapar cuotas de felicidad que de otra manera -se está viendo diariamente- son imposibles de alcanzar.
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