Una de las cosas que suelen hacer los católicos es que cuando se encuentran con alguien que dice alguna cosa tipo “No creo en Dios”, “De Dios no se puede saber nada”, “Los milagros no existen”, "No hay otra vida"…, sin más se lanzan a darle razones de por qué se equivoca.

Esto es muy loable, pues saben que esas proposiciones no son ciertas y quieren hacerlo ver. Sin embargo, por experiencia, sé que actuar así es un error, porque supone dar por hecho que esa persona ha estudiado la cuestión, la ha reflexionado, y tiene razones de peso para opinar de esa manera. Pero esto no suele darse, ni mucho menos.

Por eso, cuando encuentro quién hace cualquiera de las anteriores afirmaciones, lo primero que hago es preguntarle, con verdadero interés, qué razones tiene y por qué dice esas cosas; y le escucho. Es decir, antes de darle razones le pregunto por las suyas; antes de contra argumentar, quiero que me diga sus argumentos; antes de combatir sus ideas, quiero saber si tiene alguna idea. Por ejemplo:

Otro: “Dios no existe, hombre…”
Yo: “¿Por qué lo sabes?”
Otro: “Bueno, pues porque es imposible que exista Dios”
Yo: “¿Por qué es imposible?”
Otro: (¿empezando a dudar?) “Pues porque la ciencia lo ha demostrado…”
Yo: “¿Y cómo lo ha demostrado? ¿Quién? ¿Cuándo?...”

En muchos casos hasta aquí llegará la conversación, una vez que ha quedado patente que en el fondo no tiene ninguna razón que aportar, aunque naturalmente, no suele ser tan sencillo. Nuestro interlocutor intentará continuamente volver a que sea el cristiano el que dé pruebas de sus creencias, y él dedicarse a mostrar su escepticismo y a tratar de que le “convenzan”. Pero no debemos consentirlo. Debemos volver las veces que haga falta a que dé las razones de sus afirmaciones y las pruebe.


Y esto es lo mejor para todos, incluso para nuestro interlocutor. Pues hay un tipo de personas que por muchas razones que les des no piensan cambiar de opinión, pero, quizás, si les hacemos ver lo ridículas o inexistentes que son las suyas…

Y de la forma más fácil, simplemente preguntando: ¿Por qué?

Aramis