Santidad, hablo en nombre de un grupo de sacerdotes mayores residentes en un geriátrico de la Diócesis de Cartagena en España.  Son todos bastante mayores. Y descansan relativamente tras muchos años de labor pastoral. Alguno de ellos ya salta los noventa años. Yo, que soy el más joven y en activo pastoralmente, convivo con ello en esta Residencia  que hace unos años fundó una santa monja, reservando un espacio especial para sacerdotes.

                Esta mañana le di a cada uno un copia de la entrañable exhortación que Su Santidad hace al pueblo de Dios para que  hagan “peregrinaciones” a estos lugares y visiten a los sacerdotes ancianos.  Ellos han dado su vida en servicio del pueblo de Dios. Han recorrido  la Diócesis atendiendo la labor pastoral de muchas parroquias. En cada una de ellas han dejado un trozo de su vida. En la despedida de su última parroquia sintieron el desgarrón de no poder seguir “tirando del carro” en vanguardia. Pero sabían muy bien que la vocación sacerdotal, y los poderes espirituales  que habían recibido del Señor,  no se quedaban en el trastero. Siguen siendo sacerdotes, y cada día oran, celebran la Eucaristía, acompañan a otros mayores, perdonan pecados, y ayudan, si es posible,  a otros sacerdotes más jóvenes.

                Santidad, al leer ellos sus palabras esta mañana todos se han sonreído, y uno de ellos que no podía leer por estar ciego me preguntaba si era verdad lo que yo le estaba diciendo: El Papa invita a los fieles a peregrinar a los lugares de residencia de los sacerdotes mayores.

                Usted, Santidad, dice: “Para mí es bueno pensar en el ocaso del apóstol…”.Pero pensando que “el apóstol es el que da la vida para que el Señor crezca… Pero recordando las palabras de Pedro: “Cuando seas mayor te llevarán a donde no quieras ir”. A los sacerdotes diocesanos, que han vivido con plena libertad su tarea de pastor, les cuesta sentirse recluido entre los límites de un geriátrico, pero terminan comprendiendo que necesitan la atención adecuada.

                Papa Francisco, usted llama a estos lugares “santuarios de santidad y de apostolado… En las casas de reposo  estos presbíteros esperan al Señor casi como Pablo: un poco tristes, de verdad, pero también con una cierta paz, con el rostro alegre”.  Gracias por esta recomendación al final de su exhortación: “Cuida a los que están en el momento del despojo final, para decir una vez más: ¡Sí, señor, quiero seguirte!”.

                Nos sentimos muy agradecidos a Su Santidad por esta preocupación que tiene por sus sacerdotes. Somos humanos, y no siempre hay ganas de sonreír cuando has tenido una mala noche, pero nos ayudamos unos a otros con palabras de hermanos.  Yo sigo todavía en la brecha, y cada noche cuando llego a la Residencia intento llevar un poco de este aire fresco de la calle, en el que siguen librándose las batallas apostólicas, pero en donde se vive también la esperanza de que muchas almas se acerquen a Dios. Y los compañeros mayores se alegran y  rezan para que así sea.

                Gracias Santidad. Seguimos orando por usted, y  esperando cada día sus palabras de aliento.

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com