El cuerpo humano es una superestructura orgánica; sin embargo, como todo lo que se encuentra sujeto al tiempo y al espacio, puede sufrir un sinnúmero de percances. Es ahí que los médicos juegan un papel irremplazable. Recuerdo que el profesor que nos daba la materia de derecho penal, insistía en que el mayor bien jurídicamente tutelado tenía que ser forzosamente la vida. De ahí que la salud constituya uno de los servicios básicos. Entre los estudiantes de medicina, se percibe un alto índice de interés, capacidad, entrega y competitividad; sin embargo, también existe el riesgo de que acaben sintiéndose amos y señores del mundo por ser capaces de llevar a cabo complejos –y muy necesarios- procedimientos quirúrgicos. En este sentido, surge como una figura indiscutible la trayectoria del Dr. Guiseppe Moscati (18801927). Él supo combinar el éxito profesional con una visión muy humana. En Nápoles, se le conocía como el “doctor de los pobres”, pues –aunque atendía a todo tipo de pacientes- invertía mucho tiempo, dinero y esfuerzo en los más necesitados.

 

Actualmente, necesitamos hombres y mujeres que sean capaces de alcanzar un buen nivel profesional y, al mismo tiempo, la humildad suficiente para no perder los pies del suelo, cayendo en el reduccionismo. Es decir, tomando a los pacientes como si fueran una mercancía. Obviamente, hay que cobrar, ganarse la vida, pero teniendo claro que los enfermos son lo primero y que esto obliga a tomar en cuenta sus sentimientos más profundos.

El Dr. Moscatti –canonizado por Juan Pablo II- fue un médico, profesor e investigador italiano, nacido en Benevento el 25 de julio de 1890. Combinaba la misa diaria con sus estudios y profesión. En 1903 obtiene el doctorado en medicina. Entre otras responsabilidades, se desempeñó como catedrático de Anatomía Patológica, Fisiología Humana y de Química Fisiológica. Además, llevó a cabo una serie investigaciones sobre los efectos del glucógeno, siendo ampliamente reconocido tanto dentro como fuera de Italia. Fue solidario; especialmente, durante la erupción del Vesubio de 1906, cuando –en medio de tantos médicos que habían huido- prefirió arriesgarse y evacuar hasta al último paciente (Arce, 2008)[1]. Su vida demuestra que la fe no es cosa de ignorantes o de gente improvisada, pues fue un científico creyente.  

Ahora bien, ¿por qué fue canonizado? Sin duda alguna, el Dr. Moscatti siguió las huellas de Cristo, invirtiendo gran parte de sus recursos para poder conseguir medicinas y atender a los pobres entre los pobres. Era frecuente verlo en las periferias. Se sabe que incluso recibió y atendió -en su propia casa- a una prostituta que había quedado embarazada y que no contaba con el apoyo de nadie. Dio –literalmente- su vida a favor de los enfermos, convirtiéndose en un médico fuera de serie. Murió en Nápoles el 12 de abril de 1927. Lejos de vivir triste o amargado, supo aprovechar al máximo lo sano que se iba encontrando en el camino, disfrutando los viajes que hacía a diferentes partes del mundo. Vivió intensamente pero sin olvidarse de los pobres. Acostumbraba decir: ama la verdad, muéstrate como eres sin falsedades, sin miedos ni miramientos. Y si la verdad te cuesta la persecución, acéptala; si te cuesta el tormento, sopórtalo. Y si por la verdad tuvieses que sacrificarte tu mismo y tu vida, se fuerte en el sacrificio”.

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[1] ARCE GARGOLLO, Rafael, Guiseppe Moscati: un Médico que cura con amor, Encuentra, 4 de agosto de 2008, 14 de octubre de 2013, Web, http://encuentra.com/santos_recientes/giuseppe_moscati_un_medico_que_cura_con_amor15054/