Sí, soy perfectamente consciente de que es preciso vigilar el propio pensamiento, de que hay que tener cuidado cuando uno cree tener las cosas muy claras. Y de que hay que hacer autocrítica constante, escuchar a los demás e intentar, por todos los medios, ser honesto en buscar la verdad.

Pero, aún así, perdónenme, no puedo evitarlo: la Iglesia me duele en el alma, como sólo puede doler aquello que a uno le importa como para poder dar la propia vida por ello.

Miren, viajo lo que puedo, leo mucho y estoy en contacto continuo con gente. Con gente de "dentro" y aún más con gente "de fuera", especialmente con jóvenes. Dedico bastante tiempo a estudiar y meditar sobre lo que podríamos llamar "metodología pastoral", o, dicho de otra manera, a comprender muy bien los dos mundos que quiero unir: el del Cuerpo de Cristo, al que pertenezco, y el de la cultura de nuestros contemporáneos, que es la mía también.

Y no sé si tengo derecho a expresar esto, pero, desde luego, es algo que arde en mi corazón, y mi deseo es despertar esa misma llama en el de otros. Lo diré sencillamente y con un dicho castellano que me pare muy gráfico:  "no sabemos por dónde nos da el aire".

Ya sé que me repito, pero no tengo alternativa. No la tendré mientras siga viendo (tan claramente como creo ver) que la Iglesia en España da muchos palos de ciego, perdida, como en esos partidos de fútbol en los que el otro equipo te arrolla, y tú no acabas de ver que está pasando. Como dicen los técnicos "no puedes leer el partido".

Ha pasado el verano en el que se han realizado conferencias, jornadas, cursillos, retiros, eventos por doquier. Ahora, en el mes de octubre, es el momento de cerrar programaciones, planificar "pastorales sacramentales" y comenzar un curso nuevo. Tiempo, esfuerzo y dinero. Tiempo, esfuerzo y dinero que, según todos los indicadores, no ayudarán un ápice a que las cosas el año que viene sean mejores. Ya sé que hay gente bienintencionada que señala que, de no hacer todas estas cosas, la realidad podría ser todavía peor, y les doy la razón. El problema estriba en que es preciso mirar las cosas en perspectiva: lo que, en términos empresariales, se llama "visión", es decir, la capacidad de apreciar la realidad de la acción en términos globales y con proyección de futuro, desde una apreciación lo más exacta posible de la realidad presente.

Y eso es lo que no hacemos. De hecho, creo que en España falta visión a nivel general (a modo de ejemplo ¡sólo tenemos que pensar en nuestra clase política!). Dicho en otras palabras: en mi humilde opinión en la Iglesia se trabaja muy mal: se planifica de forma irreal, no se evalúa seriamente, y tampoco se barajan alternativas con proyección de futuro porque no hay un proyecto definido, claro y unánime de lo que se quiere. Créanme, cualquier empresa mundana medianamente eficiente se quedaría perpleja ante nuestra forma de trabajar. Tengo, además, la impresión de que esta realidad está tan generalizada que se da tanto en los niveles más bajos, como en los más altos. Y, por supuesto, "donde no hay visión, el pueblo perece" (Prov. 29,18).

Siempre digo a mis alumnos: "no tienes derecho a criticar una idea si tú no puedes una alternativa que consideres mejor". Así que voy a aplicarme el cuento. ¿Hay una alternativa "global"? Pues bien, yo creo que sí. Y es tremendamente sencilla. Bill Hybels, uno de los líderes cristianos más influyentes de la actualidad lo expresa así (y a todas horas): "La iglesia local es la esperanza del mundo". Y él, que ha llevado a decenas de millares de personas a los pies de Cristo, sabe lo que dice y tiene, obviamente, todo el derecho de hacerlo.

Personalmente no puedo estar más de acuerdo con alguien. Y, como ese slogan puede sonar demasiado abstracto y general déjenme resumirlo en cuatro sencillos puntos. Primero, el objetivo de la Iglesia es engendrar creyentes convertidos, con una experiencia personal de Dios. Segundo, dichos cristianos deben vivir en comunidades locales de escala humana, donde puedan ser acogidos, corregidos, enseñados y amados, de forma que puedan crecer en la fe hasta la madurez en la fe, que significa aceptar y vivir en todo según el depósito de la fe confiado por Cristo a su Iglesia. Tercero, estos grupos de cristianos deben llevar adelante la Gran Comisión (Mt 18, 16-20) de propagar el Evangelio a todos los hombres, y deben comprometerse espiritual y materialmente con ellos, especialmente con los más pobres. Para ello deben aprender a vivir en el mundo (no en el limbo), y conocerlo bien, pues sólo puede amarse lo que se conoce.

Cuarto, las pequeñas comunidades locales deben estar unidas a la Iglesia universal a través del carisma de la jerarquía, concretamente a través de la obediencia y la comunión con su obispo local, quien a su vez la guarda con el  Sucesor de Pedro.

Punto.

Vale, ¿y cómo llegar a esto? Es relativamente sencillo. Obispos y sacerdotes (humildemente os lo sugiero), id desplazando paulatinamente el énfasis de una pastoral "sociológica sacramental", hacia la de creación de pequeñas comunidades locales. Buscad líderes laicos y ayudadlos a madurar en la fe, pero, por favor ¡no deis dicha madurez por supuesta, ni la confundáis con la simple buena voluntad! ¡Lleva tiempo! Preparad a los seminaristas para que aprendan a trabajar en comunidad con otros sacerdotes y con laicos. Enseñadles que ellos no tienen todos los dones, ni todas las capacidades ni tienen por qué desempeñar todas las funciones que hacen crecer el Cuerpo de Cristo. Cuando exista un núcleo, aunque sea muy pequeño, de hermanos, que reflejen el amor, la alegría y la comunión en el Señor, ya no hará falta para nada hablar de Nueva Evangelización.

Y, no tengáis miedo a pedir ayuda. Hay comunidades que ya han hecho este camino, y son unas cuantas. ¡Acabemos por favor con esta Iglesia dividida en grupos y capillitas, comunidades paralelas que no se intercomunican la gracia, y que son como los árboles que impiden ver la gran belleza del "Bosque".

¿Qué por qué sé esto?

Pues porque lo he visto, amigo. Y porque la comunidad local me salvó la vida, literalmente.

Si tú no has tenido esa suerte, te la deseo de verdad, de todo corazón.

Un abrazo.

josue.fonseca@feyvida.com