La Iglesia considera que San Josemaría Escrivá de Balaguer vivió en grado heroico la virtud de la pobreza, entre otras muchas, razón por la cual Juan Pablo II lo elevó a los altares en 2002.
 
Esta constatación resultará sorprendente para los enemigos del Opus Dei, que tantas calumnias han propalado sobre su fundador, pero es la pura verdad.
 
Advertía muy bien monseñor Pedro Cantero Cuadrado, Arzobispo de Zaragoza fallecido ya, que San Josemaría usaba los bienes materiales como instrumentos al servicio de Dios; así nunca tuvo nada, ya que nunca se consideró dueño de nada, sino mero administrador.
 
Ahora bien, había sólo una cosa para la que el fundador del Opus Dei no escatimaba gasto alguno; una excepción que confirma más, si cabe, su espíritu de pobreza: todo lo relacionado con el culto y, de una manera especial, con la Sagrada Eucaristía.

“Su esplendidez era un verdadero signo de su fe en la presencia real, de su amor a Dios que se nos hace cercano en los Sacramentos”, consignó por escrito monseñor Cuadrado, que conoció al futuro santo en septiembre de 1930.
 
Además de predicar con el ejemplo, San Josemaría solía decir a sus hijos:
“El día que los enamorados se regalen anillos de hierro, aquel día haré yo también los cálices de hierro”.

¡Qué gran verdad! La pobreza, como la humildad, no se exhibe ni se disfraza de falsa virtud.
¡Felicidades de corazón, San Josemaría, en el 85 Aniversario de la fundación del Opus Dei!
 
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