Después de haber conocido las circunstancias en las que Jesús enseña el Padrenuestro a los apóstoles (), corresponde conocer hoy cómo llega a nosotros el texto exacto que recitamos cada vez que lo hacemos.
 
            A pesar de ser la oración evangélica por antonomasia, sólo dos de los evangelios recogen el Padrenuestro, a saber, Mateo y Lucas, si bien la versión no es idéntica en un evangelio y otro, sino que bien al contrario, difieren bastante.
 
            Mateo recoge así el episodio del Padrenuestro:
 
            “Y, al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mt. 6, 715)
 
            Lucas, en cambio, lo hace así:
 
            “Estaba él orando en cierto lugar y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: ‘Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos’. Él les dijo: ‘Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación’” (Lc. 11, 1-4)
 
            En una tabla para que lo veamos gráficamente:
 
 
Padrenuestro según Mateo
Padrenuestro según Lucas
1
‘Padre nuestro,
Padre
2
que está en los cielos
 
3
santificado sea tu Nombre
santificado sea tu Nombre
4
venga tu Reino
venga tu Reino
5
hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo
 
6
Nuestro pan cotidiano dánosle hoy
danos cada día nuestro pan cotidiano
7
y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores
y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe
8
y no nos dejes caer en tentación,
y no nos dejes caer en tentación
9
mas líbranos del mal
 
 
 
            A la vista de esta exposición, y por lo que hace a cuanto se refiere estrictamente al texto son muchas las cosas que saltan a la vista: lo primero que el Padrenuestro de Mateo es más largo que el de Lucas, y mientras que aquél contiene nueve sintagmas, éste sólo contiene seis; mientras que en aquel hay siete peticiones, en éste hay cinco; y mientras en aquél la salutación es “Padre nuestro que estás en los cielos”, en éste es un simple “Padre”, lo que quiere decir que el mismo nombre que recibe la oración se lo debe a Mateo, pues de haberlo recibido de Lucas sería simplemente el “Padre”.
 
            Quizás por ello mismo, lo cierto es que la versión de Mateo se parece más a la que efectivamente rezamos que la de Lucas, y es la que se impone entre los cristianos desde los primeros tiempos, como demuestra la temprana obra de la Didaché, tan temprana que podría ser contemporánea, o poco posterior, de los mismos escritos canónicos. En ella leemos:
 
            “Tampoco oréis a la manera de los hipócritas sino que tal como el Señor lo mandó en su Evangelio, así oraréis: “Padre nuestro celestial, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo así en la tierra. El pan nuestro de nuestra subsistencia dánosle hoy, y perdónanos nuestra deuda así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos lleves a la tentación, más libranos del mal” (op. cit. 8)
 
            Y también la casi tan temprana obra del “Diatessaron” de Taciano, el primer intento de conciliación de los evangelios del año 170, -apenas 70 años después de la composición del Cuarto Evangelio-, el cual lo trata en su capítulo IX, después de las enseñanzas que Mateo sitúa en torno al Sermón de la Montaña, y obviando la versión lucana de los hechos a la que nos hemos referido en otra ocasión:
 
            “Uno de sus discípulos le dijo: ‘Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos’ Jesús les dijo: ‘Así tenéis que orar: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado ea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos el pan de cada día. Y perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal”.
 
            Una oración a la que por cierto, Taciano, extralimitándose claramente en la función autoarrogada de armonizar los evangelios y nada más, aún añade estos versículos:
 
            “[…] porque tuyo es el reino y la fuerza y la gloria por los siglos de los siglos. Si perdonáis a los hombres sus pecados, vuestro Padre que está en los cielos os perdonará. Si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados”.
 
            El Padrenuestro aún sufrirá hasta llegar a nosotros algunos pequeños retoques, derivados de las dificultades de su traducción a las lenguas vernáculas, pero como tantas veces les digo, eso es harina de otro costal, y tal vez sea mejor que la molamos otro día. De momento, no les aburro más. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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