Escucha la voz de Dios que te impulsa a salir de ti para seguir a Cristo y serás un discípulo perfecto: “el que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser mi discípulo”. ¿Qué tienes que decir? ¿Qué puedes responder a todo esto? Todas tus dudas y tus preguntas caen ante esta sola palabra; la palabra de verdad es el sendero sublime por donde tú avanzarás. Jesús ha dicho más aún: “El que no renuncia a todos sus bienes, y no toma su cruz para seguirme, no puede ser mi discípulo”. Y para enseñarnos a renunciar no sólo a nuestros bienes para darle gloria, y así en el mundo confesarle ante los hombres, sino incluso a nuestra propia vida, añade: “El que no renuncia a sí mismo, no puede ser mi discípulo”.
 
 

Señor ¿a dónde iremos? “Allí donde esté yo, estará también mi servidor” (Jn 12,26). Si Jesús nos llama: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”, ¿quién será tan necio para consentir quedarse con los muertos en el sepulcro y permanecer entre los enterrados? Cada vez, pues, que el mundo quiera retenerte, acuérdate de la palabra de Cristo: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”. Si estás vivo, esta palabra bastará para estimularte. Cada vez que quieras quedarte sentado, instalarte, que te complaces en permanecer donde estás, acuérdate de esta voz apremiante que te dice “¡Levántate, vayámonos de aquí!” (Filomeno de Mabboug , Ser su discípulo)

 omo Filomeno indica, la llamada de Cristo es clara y directa. De igual forma que llamó a la niña que yacía muerta diciendo “Talita kumi”, “Muchacha, a ti te digo: Levántate”, igual que ordenó a la Samaritana que le diera agua o cuando mandó a Zaqueo que bajara del árbol. Cristo llama y nos demanda que le sigamos ¿Qué haremos? Le seguiremos o nos daremos la vuelta para continuar por el camino sin objetivo que creemos nuestro. 

El que no renuncia a sí mismo, no puede ser mi discípulo” ¿Qué renuncia nos pide el Señor? La que nos hace oponernos a Su Voluntad, la que nos impide elegir con libertad. Dios nos llama a ser realmente libres y elegir la Verdad, ya que la ignorancia nunca puede ser una elección racional. Hoy en día se cree que la libertad se demuestra optando por aquello que nuestro sentido común nos llama a desechar. Pero la verdadera libertad es decir “Sí” a Cristo. Hoy en día se llama zona de confort a aquella situación en donde nada nos preocupa y nos sentimos seguros. Nos dicen que esta zona de confort es lo que nos hará sentirnos felices y satisfechos, pero curiosamente sucede todo lo contrario. 

La zona de confort es una trampa que nosotros mismos nos tendemos y que nos atrapa con una fuerza increíble Cada vez, pues, que el mundo quiera retenerte, acuérdate de la palabra de Cristo: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!” ¿Quién salta de su zona de confort para enfrentarse a una vida llena de incertidumbres? Aquel que confía plenamente en Dios y saber que El sólo nos llama a ser sinceros con nosotros mismos. 

Ser testigo del Señor siempre es duro y complicado. Conlleva enfrentarse a los tópicos que todo el mundo maneja y proclamar nuestra independencia de los prejuicios generalizados. La sociedad te mira como un traidor en el que no se puede confiar. 

Sólo podemos orar, pidiendo: “Señor ¿a dónde iremos? Y el nos dirá: “Allí donde esté yo, estará también mi servidor” (Jn 12,26)” Se discípulo del Señor conlleva seguir sus pasos para nunca separarnos de El.