Según las estadísticas más recientes, Google es el portal más visitado a nivel mundial: 24% de todos los accesos globales a internet son para ese famoso motor de búsqueda. Es en Google donde 55 millones de personas buscan cada mes la palabra «Dios». En el mismo lapso de tiempo 37 millones de personas buscan la palabra «Iglesia», 25 millones la palabra «Jesús» y 17 millones más la palabra «amor».
 
Cada vez más las «respuestas» que las personas encuentran en la web, también en materia de fe, son las que en mayor o menor medida condicionan, encauzan o confirman su concepción sobre Dios. Pero dada la variabilidad de respuestas posibles (bastaría hacer un ejercicios de búsqueda en la web para constatarlo), la impresión de fondo podría ser más bien equívoca: sea porque lo que aparece en los primeros datos de la búsqueda no es siempre del todo exacto, sea porque la apariencia que resulta es que la cuestión sobre la existencia de Dios quedaría reducida a un problema al que la tecnología daría solución.
 
Es sabido que Google funciona (como tantos otros motores de búsqueda, los así llamados «motores sintácticos») en base a algoritmos que presentan en los primeros lugares –por la cantidad de enlaces o referencias de unos portales respecto a otros– las webs más populares en la materia buscada. Y aquí emerge un primer punto: evidentemente lo más popular no equivale a lo verdadero. O en otras palabras: los primeros resultados no necesariamente son la respuesta correcta al tema sobre el que se investiga.
En marzo de 2013 Facebook presentó su propio buscador: «Facebook Graph Search» («FGS»). Se trata de un motor de búsqueda que posibilitaría encontrar contenidos dentro del núcleo de amigos y otros perfiles públicos sin necesidad de salir de esa red social. Aunque aún no está completamente desarrollado, y de momento algunas opciones de búsqueda sólo están limitadas a la edición en inglés de Facebook, la intencionalidad es ofrecer contenidos mediados por las propias amistades. Si, por ejemplo, buscamos la palabra «Dios» utilizando el sistema beta actualmente en funciones para un grupo limitado de usuarios, «FGS» arroja como resultados algunos post donde los propios amigos han utilizado esa palabra las oscilaciones pueden ir de un insulto a una reflexión. Por eso se comprende la advertencia que hace el mismo sistema al darnos esos resultados: «Esta vista previa personalizada es una muestra de resultados según la información compartida en Facebook. Otras personas verán resultados distintos para la misma búsqueda».
 
En tiempos también recientes se han desarrollado otro tipo de motores de búsqueda, los así llamados «motores computacionales de conocimiento» o «motores semánticos», que arrojan resultados gracias a la decodificación de datos que le ofrece el usuario. Es el caso de WolframΙAlpha que funciona en base a un tipo de «estímulos» muy concretos: preguntas. Cuando se le interroga, por ejemplo, si existe Dios (Does God exist?) el resultado que da es: «Lo siento, pero un pobre motor computacional de conocimiento, sin importar cuán potente puede ser, no está en grado de ofrecer una respuesta simple a esta pregunta» (I´m sorry, but a por computational knowledge engine, no matter how powerful, is not capable of providing a simple answer to that question).
 
«Gran parte de la dinámica actual de la comunicación está orientada por preguntas en busca de respuestas. Los motores de búsqueda y las redes sociales son el punto de partida en la comunicación para muchas personas que buscan consejos, sugerencias, informaciones y respuestas. En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente», decía el Papa emérito Benedicto XVI, en el Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2012, y que bien vale para este tema considerado.
 
En opinión de uno de los máximos pensadores en el campo de la cyberteología, el padre Antonio Spadaro, en este tema no se deben dejar de apreciar «las innovaciones capaces de mejorar las búsquedas en la red». Pero también señala –y esto es lo que en realidad está en el centro–: «Es necesario reflexionar sobre posibles consecuencias a nivel de mentalidad que estas innovaciones terminan por dejar en las actitudes profundas del hombre, especialmente cuando expresa deseos de trascendencia» (Cyberteologia, p. 46).
 
La experiencia técnica de la búsqueda de Dios en la web, y lo que WolframΙAlpha nos dice al respecto, suponen una meditación sobre los límites de la tecnología; más en un momento de la historia en que ésta permea la vida humana y, tal vez sin percibirlo, lleva a poner las esperanzas que sólo Dios es capaz de colmar en cosas más bien pasajeras.