Sobre el peliagudo asunto de la santería tuve oportunidad de charlar largo y tendido con el exorcista más veterano de España: don Lorenzo Alcina, que lleva desde 1976, o sea 37 años consecutivos expulsando demonios.
 
Exorcista oficial de la diócesis de Palma de Mallorca, don Lorenzo se mostraba alarmado por el gran auge de la santería en España, cuyo origen, según me explicó, se remontaba a los esclavos negros que llevaron los cristianos españoles y portugueses hasta el Caribe, donde instalaron la brujería que les servía de ritual para amenazar a otras personas o como simple culto religioso.
 
La Iglesia, al organizarse en Latinoamérica, puso nombres de santos a esos demonios: san Nicolás, santa Brígida, san AntonioSantos sincréticos con apariencia cristiana. De ahí el nombre de santería. Pero bajo esa denominación, persiste hoy todo el ritual de brujería convertido en un suculento negocio muy extendido en el mundo. Y ahora, para colmo, también en España.
 
Don Lorenzo conoce a un hombre casado de 34 años, arquitecto, que cayó en sus redes. Tras varios encuentros con él, logró desvincularle de ese ritualismo pseudosatánico. Previamente, le había administrado la Unción de Enfermos, además de confesarle y recomendarle la Misa y comunión diarias.
 
Ahora, gracias a Dios, él se encuentra muy feliz. Aquel hombre le contó que varios amigos suyos, empresarios de la construcción, se arruinaron de repente porque algún enemigo, movido por la envidia, había acudido a una santería para encargarles un maleficio. También le explicó que los santeros actúan de dos formas distintas: bien confiando en su fuerza maléfica para infligir daño o hundir a alguien con el mal de ojo; o bien directamente, a través del Maligno, camuflado en esos demonios con nombres de santos.

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