Lo que está sucediendo en el programa de Telecinco Campamento de verano hubiera levantado una inmensa polvareda hace tan solo dos o tres años.

Periodistas famosos, contertulios de radios y televisiones, directores de periódicos, combativas mujeres periodistas se habrían puesto en pie mediático de guerra contra la utilización de la mujer en un programa de televisión.

Sin embargo hoy impera el silencio. ¿Dónde están los adalides de la lucha contra la televisión basura? ¿Dónde las defensoras de los derechos de la mujer?

Están en nómina. Demasiados de ellos y de ellas han vendido sus conciencias y su ética profesional a cadenas de televisión como Telecinco.

Quienes ayer criticaban con tanta dureza los excesos de la televisión basura, hoy callan por dinero.

Y callan muchos otros, tan progres y vocingleros en estos asuntos: Change.org, Avaaz.org, plataformas de recogida de firmas disfrazadas de salvadores de la humanidad.

Callan quizá porque Change es un negocio privado que no defiende otra cosa que su cuenta de resultados. Y Avaaz es una notoria asociación izquierdista. Ambas defienden el aborto, el laicismo más radical, el "matrimonio" homosexual. Pero lo curioso es que, entusiastas como son de la ideología de género, a la hora de defender a la mujer frente a la cadena de televisión propiedad de un condenado por prostitución de menores, miran para otro lado.

La única iniciativa que ha plantado cara a Telecinco ha sido la campaña lanzada por HazteOir.org

Cuando hablamos de corrupción solemos pensar en los políticos. Gran error. El grado de corrupción e indignidad en mi profesión no debe ser mayor que el de otras actividades. Y similar al grado de complicidad de tantos que se ven a sí mismos como honestos ciudadanos, mientras dedican su tiempo de ocio a jalear programas como Campamento de verano.

Mi profesión está vendida. Lo ha estado siempre. Y muy pocos se salvan. Estos días observo sin sorpresa que nadie ha alzado la voz contra las vejaciones a participantes y espectadores que se han producido en Telecinco.

La mia es una profesión de corderos silenciados. Pero no es muy distinta del resto de este triste y cada vez más acanallado país nuestro.