De entrada y sin temor a equivocarme…, puedo asegurar que si somos 7.000 MM de habitantes ahora en este mundo, existes 7.000 MM de ideas de diferentes pensamientos, acerca de quién es Dios y como lo imaginamos cada uno de no nosotros.
        Pero aquí y en esta glosa, no me voy a referir al conocimiento de Dios, que puedan tener toda esa serie de personas que, o bien no creen en su existencia, o que creyendo no están tratando de practicar su relación con Él, por el único cauce verdadero que nos lleva a Él y que es, el de la Iglesia católica.
         “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. (Mt 16,18)- o bien esa otra clase de personas que confesándose católicos, no viven en gracia de Dios y practican la tibieza, -"15 Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”. (Ap 3,1516). Solo quiero referirme a los católicos practicantes que viven habitualmente en la gracia y amistad del Señor.

        Todos nosotros, los que amamos al Señor, si vivimos en estado de gracia, lo tenemos dentro de nuestro ser, en nuestra parte espiritual es decir, en nuestra alma, porque Dios es Espíritu puro, y como tal se relaciona con nuestra parte espiritual no con nuestro cuerpo material. La Santísima Trinidad, no inhabita en nuestro cuerpo sino en nuestra alma, porque si pecamos, las consecuencias de nuestro pecado las sufre nuestra alma no nuestro cuerpo. Si el pecado es mortal, quien muere es nuestra alma, no nuestro cuerpo.
          En nuestro cuerpo solo inhabita o puede inhabitar por un corto periodo de tiempo, el cuerpo material de nuestro Señor cuando comulgamos, pero al comulgar recibimos el cuerpo material y la sangre material de nuestro Señor, juntamente con su Espíritu, que no va a parar a nuestro estómago, ya que es a nuestra alma, a donde Él se deposita.  

            Todos los que creemos, tenemos una idea igual en lo fundamental de Dios, Él es un Ser supremo, creador de todo lo visible y lo invisible, absolutamente omnisciente y omnipotente, que nos creó por amor y que nos ama de una forma tan tremenda que es inimaginable para nosotros, se puede afirmar sin lugar a dudas que Él nos ama mucho más, de lo que amamos nosotros a si mismos. Pero a partir de ahí, todos variamos acerca de la idea que tenemos de Dios y ponemos énfasis en aquella de sus cualidades que a nuestro juicio, consideramos más importante.
         Y lo más curioso de este tema, es que todos tenemos razón, porque Dios, no es de una única forma concreta, sino que para cada uno de nosotros Él es, tal como nosotros lo imaginamos, porque Él, se acomoda a nosotros, vive en lo más íntimo de nuestro ser y va cambiando en la medida en que nosotros vamos cambiando y aumentando nuestro amor a Él. Esto tal vez, puede ser, o mejor dicho es incomprensible para nosotros, pero para Dios todo es posible: Para los hombres, imposible, más para Dios todo es posible”. (Mt 19,16-26).

        En la medida en que va aumentando en una persona, su nivel de vida espiritual, van aumentando también en esta persona, las tres virtudes teologales, y dentro de ellas el amor que suavemente sin darnos cuenta nos va trasformando, porque al poner nosotros más amor al Señor, tal como nos dice San Juan de la Cruz, encontramos más amor del Señor a nosotros, y este amor nos transforma y nos ilumina y en la medida en que se van iluminando cada vez más, los ojos de nuestra alma, vamos viendo y conociendo un Dios distinto del que antes imaginábamos.
         Si miramos detenidamente para atrás, hace ya bastantes años, cuando no éramos tan entregados a Dios como ahora podemos serlo, apreciaremos mejor la diferencia de que hablamos.

            Somos todos seres diferentes, porque lo propio del Señor, dada su omnipotencia es la variedad, dentro de su simplicidad. El hombre, dada sus limitaciones, para poder dominar lo que crea, lo realiza siempre en serie. Pero Dios plenamente omnipotente, no necesita crear nada en serie, por ello toda su creación es siempre distinta.
         No hay dos hombres iguales, ni dos animales iguales, ni dos montañas iguales, ni dos olas del mar iguales, ni dos arbustos, ni dos árboles iguales, inclusive ni siquiera existen dos hojas de un mismo árbol iguales.
        Es por ello, que todos los caminos de nuestro recorrido hacia Dios, sean siempre diferentes entre nosotros. No existen dos seres humanos con el mismo camino hacia Dios, ni tampoco que tenga una misma apreciación o conocimiento imaginativo de Dios. Porque Dios siendo siempre el mismo, es diferente para cada uno de nosotros.

            Decíamos antes que en la medida en que más amamos al Señor, vamos conociéndole mejor, pero en esta vida solo podemos avanzar en lograr un ciertos y muy pequeños conocimientos del Señor. Lo más perfecto que logremos alcanzar estará en relación, con la medida en que más amor, podamos expresarle, pero un perfecto conocimiento, aquí abajo no es posible lograrlo, porque nuestra mente, es pobre y limitada en todo, carece de capacidad mientras que Dios es ilimitado en todo. Lógicamente en una vasija por grande que ella sea, no podemos meter todas las aguas de los océanos.

            Solo en el cielo cuando contemplemos el Rostro de Dios, la luz divina que emana de su Rostro iluminará nuestras mentes, y seremos y estaremos mucho más capacitados para ver y comprender lo que ahora no podemos ni ver ni comprender plenamente.
       Los ángeles y también los demonios, criaturas muchísimo más inteligentes que nosotros, los demonios porque tuvieron la oportunidad de contemplar el Rostro de Dios antes de su caída, y los ángeles porque desde su creación, jamás han dejado de contemplar ese maravilloso Rostro de Dios, de donde tanta felicidad se genera. 

            El amor es el todo en nuestra vida espiritual, y ello sencillamente es así, porque tal como nos dice San Juan, el discípulo predilecto, la esencia de Dios es el amor. “Carísimos amémonos los unos a los otros, porque la caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor”. (1Jn 4,7).
          Y más adelante en este mismo capítulo cuarto de su primera epístola nos sigue diciendo San Juan: “16 Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en É1. 17 La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él. 18 En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor”.  (1Jn 4,18).

            Está claro, que si Dios es amor y solo amor, nosotros para llegar a Él, hemos de amar y cuanto más amemos, más perfectos seremos, porque el que ama siente la necesidad de imitar al amado. El amor genera semejanza y nuestra semejanza está en amar más y más al Señor.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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