El otro día nos quedamos de piedra al leer un artículo escrito por un sacerdote que decía que los hijos predilectos de Dios son los “sin techo”. Si los predilectos de Dios son los “sin techo”, ¿qué hacemos los católicos que vivimos “con techo”? Lo lógico es que desde ahora todos los católicos que quieran ser hijos predilectos de Dios pues… ya saben lo que deben hacer.

Recientemente, un obispo escribió un artículo con este atractivo título, “Un gran santo moderno y modelo de la nueva evangelización”. Se refería a San Alberto Hurtado, quien decía:

“La Iglesia es la sociedad de los pobres, la ciudad para ellos construida.”

Entonces, los que no somos pobres ¿qué hacemos en la Iglesia? Porque si según San Alberto Hurtado la Iglesia está para los pobres, los que no somos pobres ¿tendremos que abandonarla…? ¿Y esta es la “Nueva Evangelización”?

Y algunos Papas, muy buenos y santos, han caído en la misma equivocación,  definiendo a la Iglesia así:

"¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!" (Palabras del Papa Francisco en la audiencia a los medios de comunicación el 16 de marzo de 2013)

Sin embargo, Cristo ¿qué dice? El día posterior al milagro de la multiplicación de los panes (y en el que, después de explicarles la Palabra, socorrió a una multitud hambrienta), vio el Señor acercársele una muchedumbre, y en vez de alegrarse se enfadó. ¿Por qué? Veamos sus palabras:

“En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto milagros, sino porque habéis comido pan hasta saciaros. (Jn 6, 26-27)

Como vemos, en el Evangelio se censura a los que acuden a la Iglesia buscando socorrer o el ser socorrido. Y en cambio se alaba a los que acuden a oir el mensaje de Cristo. Luego, en otro pasaje, se refiere también al deber de socorrer a los pobres, porque se trata de uno y de lo otro.

Sin embargo, en seguida surge una frase engañosa: “Primero hay que llenarles el estomago porque se están “muriendo de hambre”, y luego prediquemos el Evangelio”.

Es un truco muy tonto, pero muy corriente, que ante un dilema se recurra a situaciones extremas para justificar una postura. Por ejemplo se habla de los males del divorcio, y en seguida el mentecato habla de un caso de una pobre mujer a la que el marido abandonó hace 20 años y lleva todo ese tiempo sola cuidando de los hijos, etc., despertando así la compasión de todo el mundo.

Ahora bien el inteligente debe recordar que las “leyes” se hacen teniendo en cuenta  situaciones normales, no extremas. Así, si uno se está cayendo por unas escaleras, nadie, con sentido común, se le ocurrirá decir que primero hay que evangelizarlo y luego socorrerlo; ídem si alguien se está ahogando.        

Otro aspecto de esta cuestión: la caradura de los enemigos de la Iglesia que para que no se ponga de manifiesto su hipocresía de que no dan “ni un céntimo” para socorrer a los pobres, llegan al extremo de fabricar la frase estúpida de: “no se debe dar limosna a los pobres porque eso va contra la dignidad humana”… y se quedan tan anchos. Yo les diría a estos defensores de la “dignidad humana” (que generalmente son anticatólicos) que comparen estas dos fotos:

Dónde van los pobres a comer y a que sean atendidos…¿a la Iglesia o la “Casa del Pueblo”?

¿Han oído alguna vez de algún anticristiano que se haya ido a África, no subvencionado por el Gobierno o por una ONG, sino a “cuerpo descubierto”, y que dedique toda su vida,  y no sólo unas horas al año, a cuidar a los pobres?… Pues miles de católicos y católicas lo hacen.

¿Hay algún dirigente de “esa clase” que abra su casa para dar de comer todos los días, y a todas horas, a los que no tienen que comer? En España, solo Cáritas ha atendido a más de1.800.000 personas, a lo que habría que añadir las personas atendidas por las monjas y los monjes…. ¿cuántos banqueros, sindicalistas, políticos… han hecho algo semejante?

En definitiva, la frase correcta sería que hay que socorrer al pobre, sin omitir la evangelización. Y lo primero es evangelizar, a no ser que se trate de circunstancias extremas:

“… y se anuncia a los pobres la Buena Nueva”  (Mt 11,5). No se les socorre (en este caso).

Todo esto refleja la lamentable situación de que, si bien en la teoría se tiene claro que el Segundo Mandamiento Fundamental es el Amor al Prójimo, en la práctica el semicristiano lo ha reducido a lo que el Rvdo. Padre Miguel de Bernabé ha denominado la “pauperomanía”,  convirtiéndose esta de hecho en su “segundo mandamiento”, y en un rasgo esencial de la “herejía sin nombre” que venimos  denunciando.

Porque lo que dice Cristo en el Evangelio es muy distinto:

“Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt.  22, 39).

Es decir, “amarás”, no “socorrerás”. Socorrer a un pobre se puede hacer sin amarlo, pero amarlo es mucho más, y traerá necesariamente que te interese su situación y le socorras.

No faltará quien interprete estas frases como que no queremos que se socorra a los pobres. Sobre esto tenemos que decir que es fatal tomar de un escrito una frase aislada de su conjuto. Lo expresó muy convincentemente el Cardenal Richelieu, quien dijo: “Dadme seis líneas escritas por la mano del hombre más honesto, y yo encontraré algo para hacerlo ahorcar.”

En resumen, hay que afirmar con rotundidad:

  1. Que los predilectos de Dios no son los "sin techo" sino los auténticos cristianos y, sobre todo, los santos.
  2. Que el Segundo Mandamiento Fundamental no es socorrer al pobre sino amar al prójimo. (Y si tu amas al prójimo, después de predicarle le socorrerás. Pero no al revés. ¡Cuántas "caridades" se hacen no por amor sino por vanidad, por estar a la moda, etc.! Por eso dice el Evangelio que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha... Justo lo contrario de lo que hacen los anticristianos).
  3. Que la Iglesia no es "de los pobres", sino de los cristianos, sean ricos o pobres.

Eso es lo que quiere Cristo.

Y como comprenderás...

Entre tu opinión y la de Cristo, me quedo con la de Cristo.

Los Tres Mosqueteros


Artículos anteriores:
"La herejía sin nombre"
"La herejía sin nombre (II): Selecciona dogmas"
"La herejía sin nombre (III): Inventa dogmas"
"La herejía sin nombre (IV): Su Primer Mandamiento es el sexto"