“Esta es la imagen del lienzo sagrado que envolvió el cuerpo de Jesús tras su muerte”, aseguró el Padre Pío a su hermano capuchino Paolo Covino delante de una reproducción de la Sábana Santa.
 
Muchos años después, el bombero italiano Mario Trematore, sin creer en Dios, empezó a golpear el cristal blindado con toda la fuerza de su alma para salvar a la Sábana Santa de las llamas.
 
Pertrechado con una maza, el pompieri Trematore asestó un centenar de golpes a la urna de cristal de casi cuatro centímetros de grosor y logró extraer milagrosamente la Síndone intacta.
Era la noche del 11 al 12 de abril de 1997.
 
Minutos antes, se había declarado un incendio en la capilla Guarini donde se alojaba la Síndone, situada entre la catedral y el palacio de Turín. Trematore acudió allí con varios compañeros.
 
Poco después estaba extenuado y con las manos ensangrentadas. Pero su rostro reflejaba paz y felicidad. Acababa de rescatar de las llamas la reliquia de Nuestro Señor Jesucristo y sentía en su interior que él también se había salvado.
 
¿Cómo si no, considerándose ateo, pudo declarar después: “Dios me ha dado las fuerzas para romper el cristal”? ¿Y cómo fue capaz de añadir: “Vi de nuevo al niño pequeño que aprendió a rezar el Padrenuestro y lo recé”?

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