Si hace unos días analizábamos lo que Mateo pensaba sobre la condición davídica de Jesús (), corresponde hoy conocer el enfoque que de la misma cuestión hace el que es el segundo de los evangelistas en el orden canónico (el primero en el tiempo, probablemente).
 
            En todo el Evangelio marquiano sólo existe un único episodio en el que se produzca un reconocimiento explícito de la condición davídica de Jesús. Como en Mateo, es un ciego el que la realiza -preciosa alusión a que el que menos ve es, en realidad, el único capaz de ver “más allá”-, con dos pequeñas diferencias: la primera, que el ciego de Marcos va solo, mientras que el de Mateo va acompañado de otro (cosa que por cierto en Mateo ocurre dos veces, una cerca del lago Genesaret y otra en Jericó); y la segunda, que en Mateo el ciego no tiene nombre, y en Marcos sí:
 
            “Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!’ Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’” (Mc. 10, 46-48)
 
            Cuando Jesús entra en Jerusalén el domingo de ramos, también se produce una alusión al reino de David:
 
            “Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: ‘¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!’”. (Mc. 11, 910)
 
            Un a alusión que aunque sí define el reino como “de David!”, no refiere explícitamente que Jesús sea "el hijo de David", como sí se hace en Mateo. Compárese si no, ese “¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David!” de Marcos, con el “¡Hosanna al Hijo de David!”  de Mt. 21, 9.
 
            Sí recoge, en cambio, Marcos, al igual que lo hace Mateo, el episodio en el que Jesús trata de explicar que el cristo no tiene porqué ser necesariamente un descendiente de David, lo que hace con estas palabras:
 
            “Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: ‘¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.
            El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?’ La muchedumbre le oía con agrado”. (Mc. 12, 35-37)

            Que podría hacer pensar al lector que Jesús intenta explicar al pueblo la legitimidad de sus pretensiones mesiánicas, aún a pesar de no ser descendiente de David.
 
            De donde la conclusión que sacamos es que mientras el mesianismo mateiano de Jesús se basa indiscutiblemente en su condición de descendiente davídico, en Marcos, aunque se explicita con claridad que el reino con el que la muchedumbre identifica el mensaje de Jesús es el reino davídico, la condición davídica de Jesús no se presenta como inequívoca sino que, bien al contrario, parece que Jesús intentara hacer comprender a sus seguidores que no es necesario que el Mesías pertenezca necesariamente a la Casa de David.
 
 
 
            ©L.A.
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